X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

Índice

10 de junio – X años este día

Ha habido ocasiones, fueron escasas, pero las hubo, en que a X años le ha tocado recordar dos hechos históricos ocurridos el mismo día del año, en épocas diferentes. En esos casos hemos recurrido siempre a enviar dos mensajes separados y diferentes, cada uno dedicado a un hecho en cuestión. Proceder de otro modo, sería mezclar peras con tomates.
Hoy hacemos una excepción, pues los dos hechos que recordaremos ocurrieron un 10 de junio, pero están íntimamente ligados entre sí. Casi diríamos que el segundo es repetición del primero.
Lídice era hasta 1942 un pequeño pueblo al noroeste de Praga, en la República Checa. Se dedicaba a la explotación de carbón en minas de la región y tenía apenas 450 habitantes. Probablemente, nunca hubiera entrado en la historia.
Todo comenzó el 4 de junio de 1942, cuando la resistencia checa asesinó en un atentado –tal vez debería haber escrito ajustició- a Reinhard Heydrich, quien había sido recientemente nominado por Hitler para gobernar ese país ocupado (y fue además el autor intelectual de la “Solución Final”).
Las investigaciones nazis comprobaron que los ejecutores del atentado se habían refugiado en algún momento en Lídice. El 9 de junio las tropas nazis entraron en el pueblo. Al día siguiente, fecha que hoy recordamos, fusilaron a la totalidad de los hombres (172), siete mujeres murieron también intentando huir, las demás fueron a Ravensbruck (campo de concentración), donde la mayoría murieron. Los 90 niños fueron calificados de “racialmente puros” y enviados a Alemania donde fueron distribuidos a lo largo del país para ser criados como arios con nombres cambiados. Diecinueve mineros que no estaban en el pueblo se perdieron el primer round del fusilamiento, pero los nazis salvaron este error en los días subsiguientes.
No contentos con eliminar a los seres humanos de Lídice, la quemaron, le pasaron topadora por arriba, dinamitaron lo que había quedado en pie y, –esto es três tedesco- borraron todas las propiedades de Lídice del cadastro inmobiliario del país. Con todo esto, imaginaban los nazis, Lídice, su memoria, su gente y su nombre habrían desaparecido de la faz de la tierra.
Craso error. Hoy hay un nuevo pueblo con ese nombre en las proximidades y el nombre de Lídice se ha repetido en calles, plazas y pueblos del mundo entero. Yo he hecho cuestión de visitar todo aquello que se llame Lídice donde voy. Así, conocí un pueblo homónimo en la Serra do Mar, aquí en Brasil, una calle en Lima y una plaza seca en Montevideo (al lado del Hospital Larguero, en Bulevar Artigas, a dos cuadras de donde vivían Ricardo y Antonio Souto). Yo iba siempre a esa plaza –que ni asientos tenía entonces- a recordar Lídice, al salir de la consulta con el Dr. Castillo en el Hospital Larguero.
Hay una película, que creo haber ido a ver con Manolo al cine 18 de Julio en Montevideo, titulada Siete hombres al amanecer, que narra estos hechos. Nunca pude encontrarla en video.
Exactamente lo mismo –en escala aún mayor- se repetiría el 10 de junio de 1944 en Oradur-sur-Glane, pueblo ubicado en la Limousin, región central de Francia, a 23 kilómetros de Limoges para quienes quieran visitarlo. Al igual que en Lídice, fue como represalia por un ataque de la resistencia, en este caso de los maquis franceses. Doscientos veinte hombres de las SS llevaron a la fuerza a los 652 habitantes del pueblo a la plaza central. Los hombres fueron encerrados en una casa y las mujeres y niños en la iglesia. Se trancaron las puertas y luego la totalidad de las casas del pueblo fue incendiada mediante la utilización de lanzallamas y dinamita. Es claro que cuando digo la totalidad incluyo las dos construcciones en que estaban encerrados los habitantes del pueblo. Algunos no murieron quemados ni sofocados ni dinamitados -nada más tozudo que un francés para dejarse matar- así que no hubo más remedio que con ellos gastar un poco de munición de ametralladora. Increíblemente, diez personas sobrevivieron también al fusilamiento, seguramente dadas por muertas en el montón.
Como todos son buenos en matemáticas, ya saben cuantos murieron, 652 – 10 = 642, para más detalle y para que nunca se olviden, doscientas cuarenta y cinco mujeres, doscientos siete niños y ciento noventa hombres.
En 1953, veintiuno de los doscientos SS fueron sometidos a juicio. Todos fueron condenados menos uno, y dos de ellos recibieron pena capital.
En 1947, y al igual que en Lídice, un nuevo pueblo fue construido en las proximidades, y hoy contiene un monumento y un museo. El poblado original está mantenido exactamente como lo dejaron los nazis, en lo que conforma el más explícito y gigantesco monumento a la barbarie. Recientemente el gobierno francés gastó muchos francos en mantenimiento, porque aunque pueda parecer lo contrario, es caro mantener ruinas sin que se terminen de caer a pedazos.
Cuando vayan a Francia, tienen un lugar más para visitar. Conocer Francia no es sólo visitar el Louvre y el Mont Saint Michel. Es también reflexionar en Oradur-sur-Glane y en el cementerio de Normandía.

6 de junio – 56 años este día

Hay probablemente tres fechas que todo el mundo recuerda sobre la Segunda Guerra Mundial. Una es la fecha de comienzo –1 de setiembre (1939) que ya hemos recordado en un X años anterior, la segunda es la de finalización de la lucha en Europa, 6 de mayo (1945), fecha que los franceses recuerdan como “el armisticio”, palabra que me gusta muchísimo, y la tercera con seguridad es la fecha del desembarco en Normandía que hoy recordamos.
El nombre en código de la operación era Overlord –todas tenían uno- y estaba bajo comando norteamericano, en particular, del General Dwight D. Eisenhower, futuro presidente de los EE UU. Suele identificarse el 6 de junio de 1944 con la expresión “D day” (“día D”), en realidad esta expresión era usada para el primer día de cualquier gran operación bélica, no sólo Normandía, pero la historia quiso que fuera ésta la que se apropiara para siempre del término. Existía también el concepto de “H hour” pero esta expresión no se hizo famosa. Del lado alemán, la defensa estaba a cargo del Mariscal de Campo Erwin Rommel (el famoso ”Zorro del Desierto”)
Es probablemente y sin probablemente el hecho de armas más conocido de la Segunda Guerra Mundial. Por los metros lineales de celuloide que le dedicó Holywood y los metros cuadrados de diarios que ha recibido a lo largo de estos 56 años. Como siempre, cuando algo cae en el centro de atención de los medios, termina tergiversado, adulterada su significación y confusa su importancia. Percibimos el desembarco en Normandía como el momento decisivo de la Segunda Guerra Mundial, el día en que comenzó la cuenta final del nazismo. Nada de eso. Cuando le tocó el turno a Stalingrado de ser sujeto de un X años, mostramos claramente que fue esa batalla el verdadero punto de inflexión, aunque no haya que yo sepa una sola película de Holywood sobre la misma. Cuando los aliados occidentales desembarcaron en Normandía, el Ejército Rojo ya estaba en Ucrania y el sur de la URSS, y más tarde o más temprano –esto es sólo una opinión personal-, hubiera llegado a Berlín con o sin Normandía. Claro que a un costo varias veces superior. La apertura de un segundo frente –en Europa Occidental- fue un reclamo de Stalin a Roosevelt y Churchill de larga data para aliviar la presión sobre el Ejército Rojo pero siempre había alguna razón para no encararlo. Y el que más demoras le puso fue claramente Churchill –no lo niega en lo más mínimo en sus notables memorias, aunque da sus razones, lógico-. Cuando no había más como negarle a la URSS un segundo frente, Churchill lo abrió primero en África, luego en el sur de Italia y sólo cuando se le agotó el stock de excusas, en Francia.
¿Significa esto que Normandía fue poco relevante? Pensar de este modo sería irse al otro extremo del péndulo revisionista. Fue el mayor desembarco anfibio de la historia, en el que intervinieron 1200 barcos de guerra, 10 mil aviones, 4126 lanchones de desembarco, 804 barcos de transporte de tropa y 156 mil soldados (73 mil americanos, 83 mil británicos y canadienses), 132500 de ellos llegaron por mar, 23500 como paracaidistas.
Pero para probar la importancia de Normandía, nada mejor que las palabras que oportunamente escribiera el propio Stalin –teóricamente, quien más interés tendría en minimizar el desembarco-, en un telegrama a Churchill:

Como es evidente, el desembarco, concebido en grandiosa escala, ha sido totalmente coronado por el éxito. Mis colegas y yo no podemos menos que admitir que la historia de la guerra no conoce otro emprendimiento como este, desde el punto de vista de la escala, vasta concepción y magistral ejecución. Como es bien sabido, Napoleón, en su tiempo, fracasó estrepitosamente en su plan de forzar el cruce del Canal. El histérico de Hitler, que durante dos años, blefeó diciendo que él sí lograría atravesarlo, no logró ni siquiera tomar le decisión de intentarlo. Sólo nuestros aliados han tenido éxito en llevar a cabo con honor este grandioso plan de forzar el Canal. La Historia recordará este día, como un logro de la más alta clase.
(Original en ruso, traducido por mí de la versión en inglés publicada en las Memorias de Winston Churchill).

3 de junio – 11 años este día

Tiananmen guangchang, o T'ien-an Men Kuang-ch'ang, dependiendo del criterio que se use para transcribir el mandarín al alfabeto occidental, es una plaza en Peking -o Beijing-. Con una superficie de algo más de cuarenta hectáreas, es una de las mayores del mundo.
Es muy interesante saber que recibe su nombre de una enorme piedra llamada Tiananmen, que se encuentra en una de sus esquinas. El nombre de la piedra quiere decir en mandarín “puerta de la paz celestial”, y en los tiempos remotos era la piedra que estaba en la entrada del palacio imperial. Muchos monumentos y museos rodean la plaza, entre ellos el Museo de la Revolución y el Museo de Historia China. También el mausoleo de Mao Tze Dong -o Mao Tse Tung- donde reposa el cuerpo del dictador chino.
Los días 3 y 4 de junio de 1989, fechas que hoy recordamos con no poca tristeza, la plaza fue escenario de algo que nada tiene que ver con la paz: una masiva demostración estudiantil reclamando democracia y libertad, fue brutalmente reprimida por el Ejército Chino, con centenares de víctimas fatales. Jamás se supo cuantas. Fue el Tlatelolco chino (ya hemos hablado de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre, que fue el Tiananmen mexicano). Hay una famosa foto tomada en esos días, de un tanque siendo detenido por un joven desarmado y de torso desnudo que se para enfrente. La misma se tornó en un símbolo de la fuerza del pueblo munido sólo de la razón, contra la brutalidad del poder. Nunca se consiguió identificar a ciencia cierta al joven de la foto –aparece de lejos y de espalda- aunque muchos dijeron ser el heroico muchacho.

20 de mayo – 24 años este día

Ya van días y días que pienso pobre flaco

Mario Benedetti
Había sido secuestrado en Buenos Aires unos días antes, junto con Héctor Gutiérrez Ruiz, diputado uruguayo del Partido Nacional, y presidente de la Asamblea Legislativa de su país hasta el golpe de estado de junio de 1973. También vivía en la capital argentina en esos días Wilson Ferreira Aldunate, senador del Partido Nacional y candidato a presidente a quien le habían robado las elecciones en 1971 (y al que se las volverían a robar en 1985). Felizmente, Wilson pudo escapar. Yo lo vería una vez más, varios años después cuando junto con uno de ustedes nos lo presentaron en el camarín de un teatro londinense donde acaban de cantar Los Olimareños (¿Te acordás, Mario?). A Wilson lo salvaron la suerte, la típica desorganización oriental de quienes lo buscaban, y manos amigas.
Él y Gutiérrez Ruiz no tuvieron la misma suerte. Para ser honestos y contar el filme completo, es conveniente indicar que Gutiérrez Ruiz -se sabría años después- era el Graiver de los Tupamaros (Gravier era un financista que manejaba fondos de los Montoneros, oficialmente murió en un accidente aéreo en México, pero de esto no se tiene certeza porque el cuerpo estaba irreconocible, quizás esté disfrutando tanto dinero mal habido en algún archipiélago del mundo). Héctor no sólo manejaba fondos, aparentemente, se quedaba con algún vuelto al hacerlo (esto dicho por su propio hijo en reportaje a Búsqueda años atrás).
Pero de él jamás pudo inventarse historia parecida. Su pecado era ser un parlamentario carismático con posibilidades de liderar la izquierda en el Uruguay post-dictadura, que los militares sabían, algún día llegaría. Su cadáver, fue colocado junto con los cuerpos de un grupo de militantes tupamaros –también asesinados sólo para ser parte del escenario- para de alguna manera intentar vincularlo con ese movimiento. Intento grotesco. Hubo otros senadores uruguayos que claramente sí tuvieron fuertes vínculos con el MLN (Enrique Erro, cuyo desafuero al no prosperar en el parlamento, fue de alguna manera parte de la excusa usada por el ejército para dar el golpe de estado). Pero no fue su caso.
Cuentan los muchos compatriotas que lo trataron en el exilio, que dedicaba su día a consolar a otros exiliados, a dar una mano, sugerir un nombre, intentar reparar el daño monstruoso que él no había producido y del que también era víctima.
Yo lo escuché muchas veces, en diferentes actos políticos, que abundaban tanto en el Uruguay de principios de los setenta. Pero la vez que me quedó más grabado, pues fue cuando lo tuve más cerca, fue en la plaza seca que está entre la Caja de Jubilaciones y la Asociación Cristiana de Jóvenes. Tantos actos acontecían todo el tiempo que el desgaste a veces hacía que a algunos no concurriera mucha gente. No éramos más de algunas decenas esa tarde y él se subió a un cajón –literalmente- a descargar su oratoria –este era indudablemente su don más desarrollado, hablaba con pasión, como conquistando multitudes- mientras se arreglaba el jopo que constantemente le caía sobre los ojos. Porque usaba el pelo muy largo para mi gusto (para mi gusto actual).
Así pues, por el delito de tener un futuro político promisorio, apareció muerto en una cuneta el 20 de mayo de 1976, día de su cumpleaños, el senador Zelmar Michelini.

10 de mayo – 40 años este día

El diez de mayo de 1960, fecha que hoy recordamos, era secuestrado en los alrededores de Buenos Aires, Adolf Eichmann.
Suelo en X años este día comentar el hecho en cuestión y terminar referenciando el libro en el que me he basado. Esta vez será al revés. El libro que me ha servido de fuente de información es Eichmann en Jerusalén - Un relato sobre la banalidad del mal. Edición original en inglés, la mía en portugués comprada en un kiosco de playa en el litoral de São Paulo.
La autora es nada menos que Hannah Arendt, una de las cabezas más interesantes del siglo que terminó o está terminando. Recuerdo que un libro suyo sobre el totalitarismo era parte del material de lectura obligatoria (expresión que le producía mucha gracia a Borges, comprensiblemente) de un curso sobre historia de las ideas políticas que tomé en Berkeley. Esa era una de las maravillas de la Universidad de California en Berkeley: un estudiante graduado de Ingeniería Mecánica podía tomar cursos de ese tipo (claro que no contaban para el grado o título, pero al menos tenías la posibilidad de hacerlo, lo que en el paisito es imposible). Por eso, porque conocía a Arendt y su temible capacidad de análisis es que me arrojé sobre el libro en la playa, libro que seguramente dormía desde hace tiempo el sueño de los justos en el kiosco playero, porque no es exactamente la lectura que la gente asocia con playa, sol y cerveza.
Recomendar a Arendt es innecesario, todo el mundo conoce su valor. Recomendar el libro puede ser útil porque no es su obra más conocida. Ella fue corresponsal en el juicio de Eichmann en Jerusalén para el New Yorker, una interesante revista intelectualoide neoyorquina que en esa época -1960- era un ícono mundial. Arendt -me niego a usar la expresión, la Arendt, usual al referirse a mujeres capaces, porque nunca se dice el Marx o el Smith- hace un análisis ultra crítico del juicio. Quizás olvidé empezar por el principio: Eichmann fue raptado por los israelíes en Buenos Aires y llevado a juicio en Jerusalén.
¿De que era culpable? Eichmann fue el Gerente de Logística del Holocausto. Era el último responsable de los transportes, de los trenes, de asegurarse que los medios disponibles para trasladar personas fueran usados en forma eficiente. -En una ocasión al menos llegó a parar un tren porque no se justificaba el enviarlo por un par de cientos de judíos solamente-, de confirmar que los campos estaban en condiciones de recibirlos, que las cámaras de gas tenían capacidad ociosa al momento del arribo, etc. Nunca mató a nadie con sus manos -se lo acusa de haber ahorcado un niño judío, eso nunca pudo ser probado- ni dio una sola orden de matar a nadie -se dice que hubo una orden verbal, jamás se documentó o probó la existencia de la misma-. Nunca estuvo cerca de una cámara de gas.
El juicio adoleció de varios errores técnicos, apasionantes para quien se interesa por el derecho pero tal vez no tanto para los no tan fanáticos (que debería apasionar a todos, pues junto con el arte, el derecho es lo único que nos separa de los chimpancés). Para empezar es discutible que alguien pueda ser juzgado si su captura se produce como consecuencia de la flagrante violación del derecho internacional, como fue el caso. Pero, ¿Era posible llevarlo a juicio de otra manera? La respuesta es no por dos motivos. Primero porque el gobierno argentino de la época era más que remiso a extraditar los ex-nazis que Perón había recibido con los brazos abiertos. De hecho, había sido negada la extradición del propio Mengele. Segundo, porque de acuerdo a la legislación argentina los crímenes de guerra habían prescrito el 7 de mayo de 1960, al cumplirse el decimoquinto aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Para continuar es opinable si la corte israelí tenía jurisprudencia o no. Hay libros y libros en los dos sentidos. ¿Significa que estos errores invalidan el juicio? De ninguna manera. El propósito de la ley es en última instancia hacer justicia, no guardar las formas. Quédense tranquilos, errores menores de lado, Eichmann era responsable de la muerte de millones de personas y fue condenado con justicia. Era un burócrata patético, mediocre, de pocas luces, un fanático de la obediencia debida. Casi diríamos que no era ni siquiera antisemita, sólo un funcionario al que le habían mandado exterminar un pueblo y obedecía sin chistar.
Arendt, es conveniente notar, era judía, alemana, y nació en 1906, exactamente el mismo año que Eichmann. O sea, era adulta y joven cuando el apogeo del nazismo. Emigró a los EE UU en 1941 (era de familia rica y, con dinero suficiente, en la Alemania nazi era posible comprar la libertad, aún para un judío).
Muchos nombres son mencionados en el libro. Uno que yo jamás había escuchado es el del Feldwebel (sargento) de la Wehrmacht (Ejército Alemán de la época, hoy no se llama más así), Anton Schmidt. Se dedicó en 1941 a salvar judíos proveyéndolos de documentos falsos, camiones del ejército para huir y gasolina. Lo que es más inusual, no lo hizo por dinero, no pidió coima a ninguno de los que salvó. Terminó preso, torturado y ejecutado por las SS. Que yo sepa, es el único caso de un miembro de las fuerzas de seguridad alemanas de la época en haber actuado de este modo.
El día en que yo sea intendente de algo, habrá una calle Anton Schmidt, como también habrá otra con el nombre del sargento chileno que en Calama fue muerto por los esbirros de Pinochet por negarse a fusilar presos desarmados cuando la tristemente célebre Caravana de la Muerte. No eran dos hombres diferentes, tengo certeza. Eran sucesivas reencarnaciones de lo mejor que el género humano fue capaz de producir. Porque íntegro entre íntegros, cuando nada se arriesga con predicar altruismo, puede serlo cualquiera de nosotros. Pero mantener la dignidad cuando se es parte de una institución y un estado que han perdido el norte y hecho suyos objetivos malsanos, requiere pasta de héroe. Y para recordar los héroes es que existe la toponimia.

24 de abril – 85 años este día

“He enviado al este nuestros Escuadrones de la Muerte con la orden de matar sin piedad ni misericordia todos los hombres, mujeres y niños de raza o idioma polaco. Solamente de esa forma conseguiremos el espacio vital que necesitamos. ¿Quién se acuerda aún de los armenios?”

Adolfo Hitler a sus comandantes, 22 de agosto de 1939

X años se ha ocupado varias veces de recordar genocidios. Hemos hablado del Holocausto, de la tragedia de Nanking, del genocidio de Rwanda y hoy nos ocuparemos del primer genocidio del siglo XX: el armenio perpetrado por el ejército turco (en realidad es llamado el primer genocidio pero no lo es, el primero es el perpetrado por Leopoldo II en el Congo Belga, pero de eso hablaremos en otra oportunidad)
El término “genocidio, fue acuñado por un abogado de nombre Rafael Lemkin in 1944, combinando la palabra griega “genos” (raza) con la latina “cide” (asesinato). El genocidio, tal como lo define la carta de las Naciones Unidas es cualquier acto con la intención de destruir, totalmente o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Incluye el asesinato de miembros de esos grupos, el daño mental o físico causado a integrantes de esos grupos, el deterioro de la calidad de vida de los mismos con miras a provocar su destrucción parcial o total, la imposición de medidas destinadas a limitar o prevenir los nacimientos de esos grupos o la transferencia forzada de niños de un grupo a otro.
Los armenios son un pueblo muy antiguo, que habitan la zona del Oriente Medio delimitada por el Mar Caspio, el Mediterráneo y el Negro. El Monte Ararat es su landmark más conocido. Los armenios fueron dominados en diferentes épocas por persas, griegos, romanos, bizantinos, árabes y mogoles.
Pero ni siquiera esta larga sucesión de invasores les hizo perder su especificidad y su cultura. Fue Armenia la primera nación del mundo a adoptar el cristianismo como religión de estado. Algo que los armenios consideran un logro, una virtud destacable y yo simplemente un hecho histórico, una característica.
En el siglo XI sobrevino la invasión turca. Para el XVI Armenia era una parte más del enorme imperio otomano, entidad que para el XVIII estaba cuesta abajo en su rodada, en pleno declinio y pérdida de poder. Los ejércitos turcos, otrora invencibles durante siglos, perdían batalla tras batalla frente a los nuevos estados europeos.
Hacia fines del siglo XIX, los armenios comenzaron a presionar por sus derechos, exigiendo el fin de las discriminaciones (entre otras cosas, no podía votar por ser cristianos y pagaban un impuesto adicional también como consecuencia de tener una religión distinta a la del imperio). Pero el autoritario Sultan Abdul Hamid no tomó a bien estas exigencias y respondió con represión. Entre 1894 y 1897, unos cien mil armenios fueron asesinados en pogromos llevados adelante por los esbirros de Hamid. O sea que el primer genocidio del siglo XX empezó en realidad en el siglo XIX.
Pero motivos de política interna turca hicieron que Hamid fuera derrocado. Un movimiento reformista-nacionalista (conocido en la historia como “de los Jóvenes Turcos”) le hizo tomarse jubilación anticipada. Los armenios estaban encantados con la noticia y salían a festejar a las calles junto con los Jóvenes Turcos. Pero sus alegrías eran infundadas.
El triunvirato de Jóvenes Turcos que tomó el poder en 1913 resultó peor que Hamid. Estos delirantes querían expandir las fronteras turcas hacia el oeste, pero guess what, justo en el camino de esa pretendida expansión vivían dos millones de armenios. Para los triunviros era imperioso quitarlos de allí pues aspiraban a una Turquía de un idioma, una raza, una religión.
Instaron a la población a agredir armenios y a cobijar sentimientos nacionalistas y religiosos intolerantes. En 1909 fueron muertos unos 30 mil armenios en Cilicia. El genocidio seguía dando pasos firmes. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Turquía se puso del lado de los países centrales (Alemania y el Imperio Austro Húngaro) y el conflicto dio al triunvirato gobernante la excusa perfecta para darle al “problema armenio” una “solución final”. El mundo estaba con los ojos en los campos de batalla de Europa y no se preocuparía demasiado por lo que podría ocurrir en Asia Menor.
Para preparar el genocidio, Turquía primero hizo desarmar a los armenios, obligándolos a ceder todo tipo de armas que pudieran tener. Los soldados armenios prestando servicios en el ejército turco fueron desarmados y destinados a tareas de construcción de caminos en condiciones infrahumanas o simplemente fueron hechos prisioneros.
Sabemos hoy que la decisión de exterminar el pueblo armenio fue formalmente tomada y emitida por el triunvirato de Jóvenes Turcos. Fue comunicada por telegrama a todos los gobernadores de las provincias y comenzó a ser llevada a la práctica la noche del 24 de abril de 1915, fecha que hoy recordamos con indignación y horror, en que los líderes políticos, intelectuales y religiosos del pueblo armenio fueron hechos prisioneros, torturados y luego fusilados o ahorcados.
De ahí para adelante, comenzó la carnicería de armenios a fusil, cuchillo y bayoneta en toda la Armenia turca. No sólo participaba el ejército, sino también abundantes voluntarios. Las mujeres y niños fueron obligados a empacar y marchar hacia ninguna parte en marchas forzadas que mataron a la mayoría.
Casas, ganado, granjas, ropa, herramientas, pueblos. Todo lo que los armenios fueron obligados a dejar atrás, fue inmediatamente robado por turcos que tomaron posesión de esos bienes. Algunos niños fueron salvados de las marchas forzada siendo obligados a vivir con familias turcas, que les cambiaban el nombre y los obligaban a cambiar también de religión.
Las caravanas que partían eran atacadas por bandas del gobierno que robaban, mataban y violaban sin restricciones. Las mujeres bonitas y jóvenes se salvaban. Quedaban como esclavas sexuales de los bandidos turcos. Los que marchaban no eran permitidos de llevar o procurar agua ni alimentos en cantidades razonables. Además, se los forzaba a atravesar desiertos y montañas que no necesariamente estaban en el camino. A menudo eran obligados a caminar desnudos bajo el implacable sol de esa región. El resultado es previsible: Murieron aproximadamente el 75 % de los que marchaban. La gran cantidad de cadáveres en descomposición trajo el riesgo de epidemias a muchas provincias turcas.
La matanza continuó hasta 1918. En mayo de ese año, los armenios consiguieron reorganizarse como fuerza combatiente y vencieron a los turcos –sin ninguna ayuda del mundo exterior- en la batalla de Sadarabad. Esto permitió que el pueblo armenio no fuera totalmente extinguido y aún exista. Yo sé muy poco de historia armenia pero imagino que Sadarabad debe ser para los armenios, lo que el alzamiento del Gueto para el pueblo judío.
Cuando la Gran Guerra terminó en noviembre de 1918 con la derrota de Turquía y sus aliados, el triunvirato renunció y se fue asilado a Alemania. Jamás fueron juzgados por lo que hicieron.
En agosto de 1920 se firmó el tratado de Sevres (lo firmó Turquía también), que reconoce nuevamente la existencia de una nación armenia independiente. Pero se produjo en Turquía un golpe de estado que llevó al poder a Mustafa Kemal, que desconoció el tratado, ocupó Armenia y desterró a los pocos que se habían salvado. La mayoría de los que desterró eran niños huérfanos de la matanza anterior. Pero ningún país salió a defender a la indefensa joven República Armenia. Una pequeña parte del país pasó a integrar la República Socialista de Armenia, parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas.
El siguiente paso turco fue destruir en toda la medida posible, la cultura armenia: libros, bibliotecas, archivos, arquitectura, todo fue demolido o quemado. Algunas ciudades (Kharpert, Van o la antigua capital armenia de Ani) fueron arrasadas en su totalidad en el intento de eliminar una civilización de tres mil años de antigüedad.
La cantidad de armenios que fueron asesinados en sus pueblos o murieron es difícil de estimar. Los turcos no llevaban planillas ni controles de presos o muertos, y ni siquiera había habido en Turquía un censo nacional. Nada conocemos en detalle sobre la población del país. Pero se estima que vivían en Turquía entre un millón setecientos mil armenios y dos millones, y que unos setecientos mil de ellos habrían muerto. La estimativa armenia habla de un millón y medio, lo que parece un poco exagerado, pues algunos consiguieron escapar del país. La estimativa de setecientos mil es de Toynbee y aceptada por muchos historiadores (a falta de otra mejor, supongo).
Por motivos sobre los que cada uno tendrá su propia explicación, este genocidio nunca tuvo mucha prensa. En las principales librerías de la cadena Barnes & Nobles en New York hay una estantería completa dedicada al Holocausto. No encontré sin embargo un sólo libro dedicado al genocidio armenio para poder escribir estas líneas mejor documentado. En Internet se encuentran algunos libros, no demasiados, y hay que ordenarlos pues tienen plazo de obtención y entrega. Sólo tengo el libro que me regalo un editor armenio argentino con relatos de su abuelo que vivió la tragedia. Muy sentido, pero no es un libro de Historia.
Sólo ahora voy a comentar la frase de Hitler con la que inicié este texto. La misma transmite la fuerza y el derecho de facto que nuestro olvido da a los tiranos. Por eso es que existe X años –modestly-, por eso es que no podemos permitirnos olvidar. Para desmentir a Hitler, para decirle, you are deadly wrong, todos nosotros nos acordamos perfectamente de lo que pasó con los armenios.

19 de abril – 56 años este día

El 19 de abril de 1943 se iniciaba el alzamiento del Gueto de Varsovia, protagonizado por los judíos allí recluidos ante la amenaza de ser deportados al campo de exterminio de Treblinka. La revuelta duró hasta el 16 de mayo.
Los guetos donde se recluía a los judíos en toda la Europa alemana eran la primera fase de la “Solución Final”, o sea, un lugar donde se los concentraba para desde allí ser enviados a los campos de exterminio. El de Varsovia estaba rodeado al principio de alambre de púa y luego de un muro de tres metros de alto y 16 kilómetros de largo, que rodeaba el antiguo barrio judío de la ciudad. En esa área fueron apiñados judíos de toda la región circundante, llegando en junio de 1942 a apretarse allí medio millón de personas (en 340 hectáreas). El hacinamiento era total. El hambre y las enfermedades, especialmente el tifus, por la falta de agua potable, mataban miles cada mes. El 22 de Julio de 1942 comenzaron los traslados a Treblinka, a razón de cinco mil personas por día.
Para enero de 1943 el gueto estaba casi vacío. Los judíos eran trasladados con el engaño de que serían llevados a campos de trabajo en el interior. Pero para esa época algunos ya habían conseguido escapar de Treblinka y el rumor había llegado al gueto. El 18 de enero de 1943 los nazis fueron como todos los días a buscar más personas a trasladar pero se encontraron con resistencia armada, presentada por una organización judía clandestina (Organización de Combatientes Judíos, ZOB por sus iniciales en polaco). La lucha duró cuatro días, muriendo cincuenta alemanes y muchos más judíos. Pero esas jornadas permitieron a la ZOB capturar armamento y municiones de los alemanes que serían utilizadas luego en el alzamiento propiamente dicho.
Como consecuencia de esa lucha de cuatro días, los alemanes suspendieron el plan de deportación hasta el 19 de abril., fecha que hoy recordamos, cuando el jefe máximo de las SS, Heinrich Himmler lanzó una acción especial destinada a evacuar totalmente el gueto, lo que pensaba dar como regalo de cumpleaños a Hitler (20 de abril). Difícil saber si Himmler lo sabía o si simplemente no le preocupaba, pero el 19 de abril se celebraba la pascua judía.
Antes del amanecer, dos mil hombres armados de las SS (la élite de la máquina bélica hitleriana) y del ejército entraron al gueto con artillería y tanques, no sólo armas de mano. Mil quinientos judíos abrieron fuego con las armas capturadas en el alzamiento anterior, algunas pistolas viejas, una sola ametralladora y bombas caseras. Los alemanes pidieron refuerzos, pero estos fueron impedidos de entrar al gueto por los alzados.
La fuerza de elite del ejército más poderoso de Europa demoró veintiocho días en doblegar la resistencia de una banda de subalimentados mal armados. Y terminó lográndolo por obvia superioridad material y porque simplemente a los rebeldes se les agotaron las municiones.
¿Habrá sido fácil resistir 28 días al ejército alemán y a las SS juntos? La pregunta es retórica, claro, pero para que la respuesta adquiera mayor claridad pongamos la cosa en perspectiva; veamos cuanto resistieron los ejércitos europeos regulares: el polaco aguantó dos semanas, el dinamarqués un día, el noruego dos días y la totalidad de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia fue conquistada en 35 días, región que era defendida por los ejércitos de esos países (el francés era teóricamente el mayor y mejor de Europa hasta 1936) y por casi todo el ejército británico (la llamada British Expeditionary Force, BEF)
El líder de la revuelta se llamaba Mordecai Anielewicz, y se suicidó para no caer prisionero de los nazis. Nadie sabe a ciencia cierta cuanta gente murió en el alzamiento. Los alemanes perdieron con seguridad varios cientos de soldados, mientras que 56 mil judíos fueron asesinados o deportados a Treblinka inmediatamente.
Con ese manera brutal de culminar las cosas que tenían los nazis, la frutilla en la torta la puso el Mayor General de la SS, Jürgen Stroop, dinamitando la Gran Sinagoga de Varsovia. Inmediatamente después escribió en su informe a Berlín: “El gueto de Varsovia no existe más”.
¿Cuál fue el legado histórico del alzamiento del Gueto de Varsovia? ¿Sirvió para algo? ¿No fue crónica de un final previsible? ¿No era mejor aceptar la deportación y esperar que el 2 % de los 56 mil sobrevivirían a Treblinka?
No comparto esta aparentemente racional matemática de la vida. Para empezar porque entre morir pasivamente en un campo de exterminio y llevarse puesto unos cuantos centenares de SS, la elección es clara para todo hombre digno.
Pero no es esta lógica de la venganza lo que da importancia histórica al alzamiento del Gueto de Varsovia. La misma debe ser procurada y hallada en otro lugar. Hasta el 19 de abril de 1943, los judíos –con una única excepción en tiempos del Imperio Romano, cuando la revuelta de Messada, pero eso estaba muy lejos en el tiempo- habían aceptado siempre pasivamente el destino que otros pueblos les imponían. Destino que en ocasiones implicaba muerte y muy a menudo exilio forzado. El pequeño ejército loco de Anielewicz mostró a los judíos del mundo, los vivos entonces y los que nacerían luego, que resistir era posible. Fue ese espíritu el que permitió concretar el Ejército Israelí y a su vez fue el poder de detente de ese ejército el que ha impedido otros pogromos desde 1948.
No parece pues, haber sido una lucha vana.

6 de abril – 6 años este día

Continuamos recordando la triste saga de genocidios ocurridos en nuestro siglo. Ya evocamos Camboya y el Holocausto, pronto vendrá el armenio y hoy toca Rwanda.
El 6 de abril de 1994, fecha que hoy recordamos con la piel de gallina, unos 800 mil miembros de la etnia Tutsi fueron asesinados por la milicia de la etnia Hutu, a razón de unos diez mil por día.
Rwanda es uno de los países más pequeños del África Central y creo que muchos tendríamos dificultad para ubicarlo en el mapa. Tiene unos siete millones de habitantes, pertenecientes fundamentalmente a dos etnias, la Hutu y la Tutsi. Aunque los Hutus son la mayoría, durante décadas el gobierno fue ejercido por la élite Tutsi, asociada al poder colonial belga.
A partir de la independencia el poder fue tomado por los Hutus que comenzaron a vengarse de los Tutsis, haciéndolos víctimas de todo tipo de discriminación y violencia. Muchos Tutsis dejaron el país y formaron un ejército de guerrillas que denominaron Frente Patriótico de Rwanda. En 1990 este ejército rebelde invadió el país y consiguió forzar al presidente Hutu a firmar un acuerdo garantizando la partición del poder entre ambas etnias. Pero esto no solucionó las cosas. El asesinato en octubre de 1993 del electo presidente Ndadaye en la vecina Burundi (Ndadaye era de la etnia Hutu, que también existe en Burundi) exacerbó los ya caldeados ánimos entre ambos grupos.
Los Cascos Azules de la ONU fueron despachados a Rwanda para separar a ambos bandos y preservar el cese del fuego. En abril de 1994, los presidentes de Rwanda y Burundi (ambos Hutus) mantuvieron conversaciones de paz con los tutsis pero el 6 de ese mes murieron al ser atacado el avión en que ambos viajaban. Este atentado desencadenó la ira de los Hutus y allí comenzó el infierno con las descargas, como dice literalmente un verso de la Cantata de Iquique. En Rwanda era obligatorio llevar el tiempo todo colgado del cuello una tarjeta donde se indicaba la etnia a que cada uno pertenecía. Pues esos cartoncitos se transformaron en especie de estrellas de David en la Alemania nazi. Quién tenía el cartón que lo identificaba como Tutsi, era boleta.
Los países occidentales evacuaron a sus ciudadanos. Pero nadie se preocupó de evacuar a los tutsis, que quedaron a merced de la sed de sangre de la milicia Hutu. La ONU, Francia y los EE UU se cuidaron muy bien de no calificar los sucesos de “genocidio” –lo que los hubiera obligado a intervenir, al menos humanitariamente- . La ONU evacuó a todo su personal –con la excepción de 200 impotentes cascos azules- dejando todo a la deriva. La máxima responsabilidad le cabe a EE UU –cuando uno se asigna a sí mismo el rol de policía del mundo, esto implica también obligaciones- y a Francia, como ex-potencia colonial de la región. Todos miraron para otro lado.
Fue en toda la historia, o al menos en todo el siglo XX, incluyendo el Holocausto, Camboya y el genocidio armenio, la matanza con la más alta cifra de muertes por día. Un río de sangre renovado diariamente. La radio oficial incitaba las matanzas y orientaba a las hordas sobre el lugar donde encontrar más víctimas. En ocasiones, los asesinos Hutus forzaban a otros hutus que no querían participar de los asesinatos, a matar a sus vecinos, so pena de ser muertos ellos y sus familias. Con esto, extendían la culpa a la etnia toda. También forzaban a Tutsis a matarse entre ellos, especialmente a familiares.
Para mediados de mayo, había muerto medio millón de personas. El río Kigara estaba lleno de cadáveres en descomposición.
El infierno sólo se detuvo cuando Tutsis armados, venidos de países vecinos, vencieron a las tropas Hutus en julio de 1994. Para entonces, el mundo tenía 800 mil habitantes menos.

24 de marzo – 25 años este día

“No hubo descontrol. Yo sabía todo”
Jorge Rafael Videla

Recordamos hoy el vigésimo quinto aniversario del último golpe militar ocurrido en la República Argentina. Para hacerlo con propiedad, debemos recapitular brevemente el entorno histórico que le dio origen y lo hizo posible. Arranquemos por los años setenta.
El 11 de marzo de 1973, se desarrollaron las primeras elecciones libres luego de diecisiete años de gobierno militar. Ganó el peronismo con el 49 % de los votos asumiendo Héctor J. Cámpora el 25 de mayo de 1973. Cámpora, amistosamente llamado “el tío” por el peronismo de izquierda, no era más que un instrumento de Juan Domingo Perón para ejercer transitoriamente la presidencia hasta su retorno, ya que el esquema de liberalización diseñado por el General Lanusse no le había permitido presentarse directamente. Cámpora sin duda estaba mucho más a la izquierda que Perón y su presencia en la Casa Rosada hizo creer a muchos jóvenes extremistas que la revolución socialista estaba a la vuelta de la esquina. Una de las cosas que llevó adelante Cámpora fue la liberación indiscriminada de todos los presos políticos.
El 20 de junio de 1973 Perón retorna a la Argentina luego de casi 18 años de exilio que comenzaron en 1955, cuando la llamada “Revolución Libertadora”, lo obligó a refugiarse en la famosa cañonera paraguaya que se encontraba en el puerto. El retorno de Perón a Ezeiza -el avión debió ser desviado y aterrizó en otro aeródromo- dio lugar a la más terrible matanza en una manifestación de ese tipo de que se tenga noticia. Había centenares de miles de personas -quizás más de un millón- esperando recibir “al General”, cuando organizados grupos armados de derecha y de izquierda del peronismo se enfrentaron a tiros en una verdadera batalla campal que dejó alrededor de 200 muertos.
Poco después del retorno de Perón y por orden suya, renunciaron Cámpora y Solano Lima (su vicepresidente), asumiendo brevemente Lastiri, presidente de la Asamblea General hasta tanto se realizaran nuevas elecciones. La fórmula Perón-Perón (iba como candidata a vicepresidente su esposa, María Estela Martínez de Perón, alias “Isabelita”) ganó por barrida -60 % de los votos- el 23 de septiembre de 1973. Hacía escasos meses que se había producido el golpe de estado en Uruguay (27 de junio) y no habían pasado dos semanas de la muerte de Allende (11 de septiembre). A los 78 años, el mítico paladín de los pobres asumía su tercera presidencia. No habían transcurrido nueve meses de euforia cuando fallece Perón el 1 de julio de 1974 (la hemeroteca de la hostería conserva revistas de la época). Y uno creía que peor que la dictadura militar de Onganía, que el extremismo facilista de Cámpora, que la chochez populista del General añoso no podía haber. Grave error. La peor historia argentina estaba todavía por escribirse, cuando ese frío día de julio asume la a todas luces incapaz, incompetente Isabelita.
Durante su presidencia fue dueño de vidas y haciendas José López Rega, ex-cabo de la Policía Federal, declarado cultor de brujerías, formalmente ministro de Bienestar Social, y el Rasputín detrás del trono. Creó la tristemente célebre “triple A” (Alianza Anticomunista Argentina) que se ocupó de asesinar clandestinamente a opositores, preferiblemente izquierdistas (llamados despectivamente “zurdos” por la derecha argentina). La represión del proceso militar que vendría no fue una planta nueva, sino la germinación y ampliación de lo actuado por la triple A. Comenzaron los exilios obligados debido a las amenazas de la AAA, que ponía bombas en teatros, mataba sindicalistas, amenazaba a todos. El caos económico asolaba el país con igual fuerza que las guerrillas de los Montoneros y del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, trotskista). El ERP nunca estuvo dentro del peronismo, al que nunca vio como “clasista”. “Los monto” -como los llamaban sus simpatizantes-, sí, hasta que Perón los echó de una manifestación en la Plaza de Mayo tratándolos de “imberbes” y dejando claro que quienes coreaban “Perón, Evita, la patria socialista”, estaban viendo otra película.
Así llegamos al 24 de marzo de 1976, jornada que hoy recordamos con profundo pesar. En esa mañana las fuerzas armadas echaron a Isabelita en un golpe que, a qué negarlo, contó con la simpatía o al menos al alivio de la inmensa mayoría de la población, que veía en él la única manera de terminar con la insensatez en el gobierno, la anarquía en la economía y la violencia en las calles.
En lugar de soluciones a estos problemas, la gente recibió una noche que no podía en modo alguno imaginar. Se suprimió no sólo el Congreso y los sindicatos sino todo esbozo de libertad de cualquier tipo. “Los aires, ya no eran Buenos Aires, la vida nada más que un blanco móvil” escribió Benedetti que entonces vivía en Buenos Aires, al igual que Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michelini, el General Prats y otros uruguayos y chilenos menos célebres que escaparon de los golpes de sus países. Algunos lograron re-exiliarse en Europa cuando el golpe de marzo del 76. Otros no. La Comisión Nacional por la Desaparición de Personas, (CONADEP) presidida por Ernesto Sábato y que se formó luego del retorno de la democracia con el propósito de investigar la situación de las personas desaparecidas durante el gobierno militar, probó la desaparición física de más de 8000 personas. Estimaciones más realistas de organismos de derechos humanos suponen unos 30 mil. Morían los guerrilleros, los opositores, los sindicalistas, los amigos de éstos, los que estaban en sus agendas, los que estaban por error en el momento inadecuado en el lugar inadecuado. La metodología utilizada por los militares argentinos fue ampliamente divulgada por el mundo en oportunidad de los juicios a las juntas de gobierno y no es necesario recordarla aquí en detalle. Baste decir que la Argentina tuvo el triste privilegio de introducir el término “desaparecido” en el lenguaje político del mundo y los “vuelos de la muerte” como manera clandestina de deshacerse de centenares de opositores que eran arrojados –vivos, pero anestesiados- al Río de la Plata.
A mí siempre me ha molestado una cosa –entre otras-: el gobierno teóricamente constitucional de Isabel Martínez de Perón promulgó una ley que legalizaba la pena de muerte, por lo cual las juntas militares hubieran podido, bajo su amparo, haber ejecutado a los prisioneros si los encontraban culpables. Esto nunca habría sido legítimo, pero habría sido legal. Pero ninguno tuvo el coraje de firmar una sola sentencia de muerte, todas fueron clandestinas, indocumentadas. La ley, no se usó nunca. (Fue derogada durante el gobierno democrático de Alfonsín, hoy no hay en Argentina pena de muerte).
El delirio de grandeza de un general borracho (Galtieri, más alcohólico que el mismo Yeltsin, a duras penas lograba llegar a las noches en pie) hizo que las fuerzas armadas argentinas invadieran las islas Malvinas el 2 de abril de 1982, de donde fueron rápidamente expulsadas por sus pares británicos. La debacle obligó al gobierno militar a llamar a elecciones generales el 30 de octubre de 1983.
Contra muchas predicciones -el peronismo había sido imbatible en las urnas desde siempre- ganó el candidato de la Unión Cívica Radical (UCR) Dr. Raúl Alfonsín, con el 52% de los votos. Yo estaba en Berkeley, recuerdo que pensé que eso significaba el fin del peronismo. Cuán equivocado estaba, qué poco conocía aún a la Argentina. Alfonsín asumió el 10 de diciembre de 1983. La enorme expectativa de la gente en la democracia dio a Alfonsín crédito por unos años, pero lamentablemente no lo supo usar. Es difícil hacer una evaluación más o menos objetiva de algo que está tan cerca y que hemos vivido pero lo intentaremos. Digamos a su favor que le tocó la transición de un régimen brutalmente autoritario, que había arrasado con toda forma de organización a un país democrático y justo. Tuvo el coraje de llevar a los miembros de las juntas a juicio civil -luego de haber intentado vanamente que los juzgaran las propias fuerzas armadas- en el cual muchos fueron condenados y degradados. Este juicio no tuvo paralelo en ningún otro país latinoamericano. Las fuerzas armadas nunca digirieron este juicio y hubo “malestar castrense” que terminó en el alzamiento carapintada de Aldo Rico en Campo de Mayo, en abril de 1989, en Semana Santa, justo cuando nacía Federico. Conservamos en la biblioteca fotos, diarios y volantes de esos días, que son ya documentos históricos. El tratamiento que brindó Alfonsín al tema militar no satisfizo, como dijimos, a los militares, pero tampoco al otro lado del espectro que le recriminaba las leyes conocidas como de “punto final” (por la que las denuncias no realizadas ante Tribunales más allá de cierta fecha no valían) y de “obediencia debida” (con la que se aspiraba a concentrar la culpa en los altos mandos, entendiendo que los demás habían obrado en el cumplimento de órdenes superiores).
Además, el caos económico pegó más duro que nunca. En junio de 1989 la inflación fue de 196.6 % (sí, en un sólo mes) y en el año superó 4900 por ciento. Se produjeron asaltos de hordas a supermercados. Se temía lo peor.
Carlos Saúl Menem, peronista, fue elegido presidente el 14 de mayo de 1989 con el 47.2% de los votos y asumió el 8 de julio de ese año, ya que Alfonsín se vio obligado a dejar el mando seis meses antes de lo que estaba previsto. Comenzó allí una transformación de la estructura económica del país única en la historia. Un controvertido indulto a las juntas militares alivió a Menem de la presión militar, a tal punto que cuando el alzamiento del general Mohamed Seineldin el 3 de diciembre de 1990 -último que se registra- los militares estaban del lado de Menem y por primera vez en la historia reprimieron de verdad -a cañonazos- a los alzados. Hubo diez muertos y decenas de heridos. Como para compensar de alguna manera -compensación dentro de la lógica menemista, en la que un delincuente más un delincuente da neutro-, junto a los “comandantes” (como los llaman sus simpatizantes) salieron en libertad los dirigentes montoneros que aunque mandaron a miles de sus militantes a la muerte se cuidaron muy bien de no acompañarlos (Firmenich, Vaca Narvaja y otros). Durante su primer período presidencial, Menem y su Ministro de Economía, Domingo Cavallo, privatizaron la mayor parte -por no decir la totalidad- de las empresas estatales. Generación de electricidad, transmisión, distribución domiciliaria, teléfonos, petróleo, gas, petroquímica, acero, correos, trenes, mantenimiento de autopistas pasaron a manos privadas. La inflación se redujo dramáticamente (ver tabla) a la menor en el mundo, demasiado bueno para que creamos demasiado en ella. Siempre hacemos así, de un extremo al otro, de 4923 % en 1989 a 0,05 % en 1996. La otra cara de la moneda, el desempleo, alcanzó registros nunca vistos, (17,5 % en diciembre de 1996, la más alta de América Latina según la CEPAL, con una subocupación de otro 12 %, conformando una tercera parte de la población activa con serios problemas de trabajo). El país se ordenó, se modernizó, se desburocratizó. Pero las diferencias ya importantes entre los que tienen mucho y los que nada tienen se agudizaron. Se empezó a percibir que una Argentina ordenada y eficiente era posible, pero para pocos argentinos. Argentina es también el país de América Latina donde más aumentó la pobreza desde 1994, aunque es junto con Uruguay, el país con menor porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza del continente (fuente: CEPAL).
La corrupción, probablemente siempre existente y carcoma no exclusiva de gobierno alguno, se hizo más patente que nunca. Diputados, jueces de la Nación, senadores, empleados de Municipalidades fueron enganchados en flagrantes actos de corrupción.
En una maniobra que es muestra cabal de su enorme habilidad política para manejar a la sociedad y a los demás políticos, Menem logró que una Asamblea Constituyente reunida para ese propósito, aprobara en agosto de 1994 una reforma de la Constitución que incluía la posibilidad de reelección. Los períodos presidenciales son de ahora en más de cuatro años en lugar de seis.
El caudillo riojano, ex-pelilargo, ex imitador de Facundo Quiroga y hoy jugador de golf y hombre del jet set, fue reelegido presidente de los argentinos el 14 de mayo de 1995 con el 49.9 % de los votos válidos, más que la primera vez y veinte puntos arriba de José Octavio Bordón, (candidato del FREPASO, Frente País Solidario, una coalición de centro izquierda) haciendo innecesario el balotaje estipulado en la nueva Constitución. El candidato de la Unión Cívica Radical, Horacio Massacessi salió tercero con el 17 % de los votos, piso histórico del radicalismo del que aún están intentando recuperarse.
Además de la presidencia, el peronismo ganó la mayoría en la Cámara de Diputados, permitiéndole a Menem un control político como no tuvo nadie desde la segunda presidencia de Perón.
En marzo de 1992 se produjo la voladura de la embajada de Israel. Fue el primer “rebote” del conflicto de Medio Oriente en la Argentina y creo que en toda América Latina. Al día de hoy no aparecieron los culpables. La causa la tomó la Suprema Corte de Justicia, cuya actuación ha sido muy criticada por el embajador de Israel. Para decir lo mínimo, la investigación fue lenta e ineficaz, porque ni siquiera se sabe a ciencia cierta si la bomba explotó dentro o fuera del edificio de la embajada. Esto último parece lo más probable. Dos años después, el 18 de julio de 1994, otro atentado de similares características -esta vez con seguridad un coche bomba- destruyó totalmente la sede de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), sede central de la actividad social y cultural de la comunidad judía en Buenos Aires, que es, entiendo, la segunda más grande de la diáspora (después de la de New York). Murieron 86 personas y hubo centenares de heridos. La investigación avanzó mucho más que la de la embajada, pero sólo está preso el que vendió el vehículo utilizado -un perejil- y cuatro policías de la provincia de Buenos Aires, cuya participación en el apoyo a los terroristas internacionales se da por segura.
En marzo de 1994 un conscripto de apellido Carrasco, fue asesinado por oficiales y suboficiales del ejército que lo mataron a golpes luego de uno de los ejercicios absurdos y brutalmente exigidos a que son sometidos los conscriptos como parte del servicio militar. El cadáver fue ocultado durante un mes y aún luego, el ejército intentó trabar la investigación judicial, llegando incluso a adulterar el expediente, todo lo cual quedó probado en fuero judicial. El escándalo terminó con el servicio militar obligatorio, añoso deseo de la mayoría de los jóvenes y de las madres argentinos.
El último hecho de impacto nacional fue el asesinato en la zona costera de la provincia de Buenos Aires, en enero de 1997, (más precisamente en el sofisticado balneario de Pinamar, a escasos metros de la casa de veraneo de Eduardo Duhalde, el gobernador de la provincia) de José Luis Cabezas, fotógrafo de la revista “Noticias”. El hecho fue comprensiblemente vivido por la comunidad periodística y la sociedad toda como un preocupante atentado a la libertad de prensa. Al producirse en su jurisdicción y casi frente a sus narices, Duhalde comprendió que en la solución o no del caso se jugaba su futuro presidencial. Se logró capturar a los que seguramente fueron los asesinos materiales pero no se llegó aún al autor intelectual. Muchos hechos apuntan al millonario y poderoso empresario postal Alfredo Yabrán, que lo habría mandado “apretar” por unas fotos que le tomó cuando aún deseaba mantenerse en el anonimato. A los encargados de la tarea se les habría ido la mano y en lugar de amedrentarlo lo mataron.
Enrique Roque Fernández reemplazó a Domingo Cavallo como Ministro de Economía en julio de 1996. Era hasta entonces presidente del Banco Central. Por primera vez un cambio de Ministro de Economía no provocó devaluación, corridas bancarias o cosa parecida. Esto fue visualizado como un síntoma positivo sobre el estado de la economía argentina, que había logrado resistir -aunque golpeada- el “tequilazo” de fines de 1994. Poco después de las elecciones, la alianza Bordón-Álvarez que sustentaba el FREPASO se rompió, dándole la razón a radicales y peronistas que decían que “amores de estudiante, flores de un día son”. El FREPASO continúa existiendo liderado por Carlos “Chacho” Álvarez y Graciela Fernández Meijide que luego de ser elegida senadora por la ciudad de Buenos Aires, decidió pasar a provincia y dar la pelea por una diputación en esa jurisdicción, baluarte de Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires y el peronista mejor posicionado para la candidatura a presidente de su partido para 1999.
En julio de 1997 el FREPASO y la UCR formaron una alianza para las elecciones legislativas de octubre de 1997 y las presidenciales de 1999. El 26 de octubre la Alianza opositora obtuvo un resonante triunfo sobre el oficialismo, al que venció en Capital (62 a 17), en Provincia de Buenos Aires por más de 10 puntos y en todo el país por algo más de un punto aún sin contar las provincias en que el FREPASO y la UCR no conformaron la Alianza y fueron por separado. Por primera vez en la era menemista se recompuso el concepto de oposición. En Octubre de 1999 Fernando de la Rúa, candidato de la Alianza, vence a Eduardo Duhalde, candidato del peronismo. Exactamente un año después, en octubre del 2000, Carlos “Chacho” Álvarez, vicepresidente de la Nación, renunció a su cargo por discrepar con la metodología usada por el gobierno de De la Rúa para conseguir el OK del Congreso para hacer aprobar reformas laborales (directamente, el Ministerio de Trabajo sobornó a varios senadores). Este gesto fue considerado por sus seguidores una muestra de la cabal integridad moral de Álvarez. Pero un grupo aún mayor de personas lo vio como una muestra de irresponsabilidad ejecutiva por parte del Chacho.
Llegamos a principios del 2001 con el país completando un tercer año sin crecimiento económico o hasta con crecimiento negativo. Para los que no son versados en macroeconomía, el crecimiento del PBI de un país no debería bajar del 5 % anual para poder mejorar la situación de la gente –pensemos que la población aumenta vegetativamente año a año-. Tres por ciento es lo mínimo. Cero o negativo, es empobrecerse sensiblemente. Eso le pasó a la Argentina tres años seguidos.
El año comenzó con el Estado prácticamente en cesación de pagos. El gobierno consiguió de los organismos internacionales un enorme crédito, que denominó “blindaje” para cerrar las cuentas. Fue vendido a la gente como la solución, cuando no era más que un parche, un ganar tiempo, solo eso. Y el tiempo ganado fue mucho menos que lo que la enorme suma permitiría. En apenas dos meses debió renunciar el ministro de Economía, José Luis Machinea, que fue sucedido por Ricardo López Murphy.
Murphy propuso un plan de ajuste súper ortodoxo, o sea, reducir todo al mínimo, cortando el dinero federal a las provincias y los fondos a educación, entre otras cosas. La típica receta del FMI. Los gobernadores, verdaderos detentores del poder en una República federal se le tiraron con los tapones de punta, como decimos en el fútbol. A ellos se sumaron todos los gremios de la educación y los estatales. El ajuste del novel ministro fue anunciado un viernes a la noche, cuando simbólicamente se descargaba sobre Buenos Aires un feroz temporal. El lunes al medio día el ministro estaba renunciando, tal la fuerza opositora que su plan desencadenó.
Se comenzaron a correr rumores de que el propio presidente De la Rúa renunciaría. Fernando, sabiendo que le quedaba una única carta más antes de verse obligado a renunciar, puso de ministro a Domingo Cavallo, ex presidente del Banco Central durante el gobierno militar y ex súper ministro de Economía durante las presidencias de Carlos Menem.
Cavallo asumió hace dos días, puso quinta y sacudió la modorra que caracteriza todo lo que rodea a De la Rúa. No sólo el destino del presidente se juega con la gestión del economista cordobés, la propia suerte del país va en el mismo avión. Si Cavallo fracasa, nos fuimos todos al carajo. Si tiene éxito en reactivar la economía, será por aclamación popular el próximo presidente de los argentinos en el año 2003.
Una cosa diferencia esta crisis de muchas otras que ha sufrido este país.
Así, llegamos al día de hoy, en que termino de escribir estas líneas y me recuesto hacia atrás, dejando el teclado en silencio por un minuto. Para rendir un humilde homenaje a los miles de desaparecidos generados por el aniversario que hoy no podemos ni queremos evitar recordar. A los miles de desaparecidos que al día de hoy no tienen un monumento que los recuerde en Buenos Aires (hay algunos específicos, a los abogados desaparecidos, por ejemplo, pero no uno colectivo, para todos como conjunto). A los miles de desaparecidos que –nunca lo olviden- sólo morirán del todo si nosotros los olvidamos.

16 de marzo –32 años este día

My Lai era una aldea vietnamita ubicada en el distrito de Son My, en Vietnam del Sur. El 16 de marzo de 1968, fecha que hoy recordamos con horror, esta aldea fue arrasada por la compañía “Charlie” de la 11ava División norteamericana, al mando del teniente William Calley.
Trescientas personas –mujeres, niños, ancianos y hombres, todos desarmados- fueron asesinados sin que ninguno de los participantes de la masacre escuchara un solo tiro de retaliación. Hubo muertos a tiros en la nuca, otros por bayoneta y al menos una niña fue violada antes de ser muerta. Otros fueron forzados a entrar en una trinchera y fusilados con ametralladora una vez allí dentro.
Las noticias de la masacre no llegaron a los EE UU sino hasta noviembre de 1969, cuando el periodista Seymour Hersh publicó un artículo en los diarios con detalles que había recibido de un veterano de Vietnam (Ron Ridenhour) que a su vez lo había oído de más de uno de los participantes de la masacre.
Antes de hablar con Hersh, Ridenhour había apelado al Congreso, la Casa Blanca y el Pentágono para que se investigara la denuncia, sin que nadie le diera la menor bola.
La denuncia en la prensa desencadenó una investigación y un juicio. El ejército adujo, no sin razón, que si la clase media educada -los harvards, como se los llamaba- hubiera participado en la guerra en lugar de encontrar mil excusas para zafar de la convocatoria, un hombre de las pobres condiciones morales e intelectuales de Calley nunca hubiera llegado a ejercer el mando de gente.
En el juicio, Calley arguyó haber recibido órdenes del capitán Ernest Medina para destruir totalmente la aldea. La existencia de estas órdenes no fue probada y el único condenado fue Calley, a prisión perpetua en 1970. Sin embargo, en 1974 fue liberado. Cuatro años por arrasar una aldea. Hoy anda por la calle como cualquiera. ¿Cuantos años habría recibido si la aldea hubiera estado ubicada en South Dakota o North Carolina?

23 de febrero – 19 años este día

Pasó a la historia como el 23-F, supongo que por esa costumbre algo moderna y bastante anglosajona de abreviarlo todo mediante siglas o códigos alfanuméricos.
Fue el día de 1981 en que el Capitán Tejero, inmortalizado tristemente en la famosa foto que lo muestra amenazando a las Cortes españolas con un revolver en la mano y el sombrero bicornio de la guardia nacional en la cabeza. Dicho sea de paso, la foto muestra también que al amigo Tejero le hacía falta entonces un buen régimen o una dosis más dura de ejercicios diarios. Esperemos que la cárcel le haya ayudado a corregir estos y otros, más graves, desvíos que ostentaba.
Fue un día histórico para España y por consiguiente para el mundo. Fue el día en que España osciló peligrosamente entre el retorno al oscurantismo franquista y el ingreso a Europa. Felizmente para los peninsulares y para todos los que amamos la patria de Lorca y Quevedo, la balanza y la historia se inclinaron para el lado de Europa y el futuro.
Es interesante leer lo que se publica estos días en los diarios españoles. Siempre creímos que quien había levantado el pulgar decisivo para detener el golpe y con ello dado un apoyo imprescindible a la democratización, había sido el rey Juan Carlos. Investigaciones recientes ponen esto en duda. Según ellas, el rey estaba totalmente al tanto y se cambió de bando cuando vio que la cosa no pintaba bien para los golpistas. Quien durante tantos años honramos como paladín de la democracia habría sido un simple oportunista. Claro que esto no está totalmente probado y posiblemente no lo esté nunca, pues una de los fundamentos más sólidos de la teoría son las declaraciones de uno de los líderes golpistas, que falleció hace dos años y por tanto no está en condiciones de ratificar ni rectificar lo que se le atribuye. Es bueno recordar que ante el gesto patotero de Tejero, la casi totalidad de los parlamentarios españoles se escondieron bajos sus bancas buscando protección ante los posibles disparos que podrían originarse.
Por ser de justicia, debemos destacar, de los irrespetuosos golpistas contra el pueblo soberano representado en las Cortes Generales, la valentía del teniente general Gutiérrez Mellado, vicepresidente en funciones del Gobierno y también de Adolfo Suárez que cesaba con motivo de celebrarse la pertinente sesión de investidura de Calvo Sotelo, asimismo destacamos la valentía del parlamentario del PCE, Santiago Carrillo que, al igual que los anteriores fueron los únicos que permanecieron erguidos mientras que el resto de los representantes del pueblo, al ruido de los disparos, se refugiaron, escondiéndose, en sus escaños.

27 de enero – 55 años este día

Si lo que nos proponemos es recordar la Batalla de Waterloo o la muerte de John Kennedy, es claro que fecha debemos escoger. ¿Pero si el sujeto de nuestro interés fuese la Edad Media o la Guerra de los Cien Años? ¿Ven los varios problemas a los que hay que enfrentarse en la preparación de X años…? No sólo la selección de los hechos en cuestión –tarea ya agotadora en si misma-, también la búsqueda de información, redacción del texto y su corrección, y finalmente la determinación de la fecha en que ese evento será recordado. Por ejemplo, yo elegí recordar Stalingrado el 19 de noviembre, día del comienzo de la contraofensiva soviética, la mayoría de las efemérides lo hacen el 2 de febrero, día de la capitulación del Sexto Ejército.
Este preámbulo viene al caso porque hace tiempo me pregunto en que fecha recordar los campos de concentración nazis. Opté por la clásica, el 27 de enero, cuando en 1945 el Ejército Rojo liberó el más famoso de ellos, el campo de Auschwitz-Birkenau, más conocido simplemente como Auschwitz (Oshwiecim, en polaco; quedaba cerca de la ciudad polaca de Oshwiecim).
Auschwitz fue el mayor de todos los campos nazis y comenzó “a operar” en junio de 1940. En realidad eran dos campos: Auschwitz I, dedicado a prisioneros políticos, y Auschwitz II (o Birkenau), próximo este último a la ciudad polaca de Brzezinka (Birkenau en alemán, de ahí el nombre del campo).
Este campo, y los muchos otros que existieron, fueron la concreción práctica de la “solución final” con la que Hitler quería exterminar a los judíos europeos y con la que mató al menos seis millones de ellos –tal vez ocho- así como muchos gitanos, eslavos, deficientes mentales y gentes de todo pelo. Detallar un poco como funcionaban y como evolucionaron tecnológicamente esos campos es grotesco pero necesario para mantener la memoria, propósito último de X años…. Empezaron como simples lugares de fusilamiento, luego se incorporaron cámaras de gas móviles, en camiones, luego las cámaras de gas pasaron a ser fijas –para aumentar el volumen de producción- luego baños –para evitar tener que tomar parte activa en el asesinato, las víctimas se mataban solas abriendo la ducha-, se incorporaron hornos, reciclado de ropas, cabellos, dientes, huesos, cuero de zapatos, grasa, etc. Se llegó a matar 12 mil personas por día.
Los judíos llegaban en trenes –cerrados, como si fueran carga- y eran sometidos a una selección. Aquellos considerados fuertes –en general, lógicamente los jóvenes- iban a campos de trabajo forzado; niños y ancianos iban directamente a ser asesinados. Esta selección continuaba luego en forma periódica entre los enviados al trabajo forzado, para eliminar aquellos que se habían debilitado demasiado. Otro propósito de la selección era conseguir conejillos de indias para los inenarrables experimentos médicos que hacían los nazis. Quien dirigía estos experimentos en Auschwitz era el muy conocido y tristemente célebre, Dr. Josef Mengele, que lleva el mismo apellido del pediatra de Mauri, lo que nunca me dejó del todo tranquilo. Buchenwald era un campo particularmente especializado en esas experiencias médicas (inyección de enfermedades artificialmente creadas, exposición a fríos tremendos, a descompresiones muy rápidas, a cirugías de todo tipo, etc.).
Aunque menos conocido, hubo un tercer Auschwitz (Auschwitz III) cerca de la ciudad de Dwory, que comenzó a operar en mayo de 1942 y fundamentalmente proveía mano de obra esclava para las fabricas de IG Farben. Como todos hemos leído en los diarios últimamente, este asunto de la mano de obra esclava esta siendo objeto de atención estos días, habiéndose determinado una indemnización a ser paga a las víctimas. (fondos del gobierno alemán y de las empresas que usaron esa mano de obra, están entre ellas todas las grandes empresas alemanas que conocemos). Esta indemnización esta lejos de ser satisfactoria, especialmente para los países no europeos; los judíos radicados en Brasil, por ejemplo, estarán recibiendo menos de 100 dólares por cabeza. Triste es reconocer que no sólo las empresas fueron mezquinas, los propios judíos europeos que participaron en la negociación les hicieron un corte de mangas a los de otros países.
Cuando la debacle alemana, la mayoría de los prisioneros de Auschwitz fueron trasladados a Dachau, cerca de Munich, Alemania. El 27 de enero de 1945, fecha que hoy recordamos, los últimos 7650 prisioneros eran liberados por los soviéticos. La cantidad de personas que murieron en Auschwitz es difícil de estimar. Va de uno a cuatro millones, según la fuente.
Auschwitz no fue ciertamente el único campo de concentración nazi. Estos se dividían en campos de concentración propiamente dichos y campos de exterminio (vernichtungslager, según la denominación que los nazis daban a estos últimos). Además del que recordamos, otros grandes eran Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor, Buchenwald y Treblinka. La mayoría estaba en Polonia.
Los primeros campos de concentración se crearon tan temprano como en 1933, en la propia Alemania para albergar a los opositores al nacionalsocialismo. Los de exterminio comenzaron en 1940.
El último campo a ser liberado fue Ebensee, uno pequeño, en Austria, liberado por tropas norteamericanas. Fue el 6 de mayo, y sólo entonces termino la pesadilla.
La importancia de recordar lo que realmente paso en esos campos es mayor hoy en día, cuando surge con fuerza una corriente de historiadores en Europa – el último articulo de Mario Vargas Llosa, publicado por todos los diarios del mundo el fin de semana pasado (El País en particular), habla de eso- que los minimiza, casi casi que para estos historiadores los campos fueron simples cárceles.
Bibliografía recomendada: Against all Hope – Resistance in the Nazi concentration camps 1938 –1945 de Hermann Langbein, 5 dólares con 95 centavos en una mesa de saldos. La ignorancia, como queda probado, no tiene la falta de recursos como excusa.
Ese libro toca como pocos, los extremos del ser humano, sus mayores grandezas y mezquindades. Por un lado el haber sido capaz de crear esos campos. Por otro, el haber sido también capaz de mantenerse libre y resistir dentro de esos campos.
La lista completa de los campos nazis, no la he conseguido. El libro no la incluye como tal, pero de su lectura se deduce que al menos existieron los siguientes: Gross-Rosen, Dora, Bergen-Belsen, Sachsenhausen, Lichtenfeld, Stutthof, Flossenburg, Ealkensee, Allach, Neuengamme, Mauthausen, además de los ya mencionados Dachau, Auschwitz, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor, Buchenwald y Treblinka.
Puede sorprender –o no- saber que fue después de la derrota en Stalingrado, cuando aparecía claro que Alemania no ganaría la guerra, que Hitler echó toda la leña al fuego de la “solución final”. En momentos en que era más crítico direccionar los recursos al frente, Hitler desperdiciaba los mismos construyendo líneas férreas que solo llevaban a campos de concentración, no al frente de combate. Esto puede parecer militarmente insensato. Tal vez lo fue. Pero es que para Hitler la exterminación de los judíos era un objetivo al menos tan importante como la propia guerra. Si voy a perderla, al menos dejaré este otro objetivo completado o casi. Seguro que razonaba de esa manera.
Puede también sorprender que, conociendo perfectamente la ubicación de esos campos y lo que en ellos ocurría, los bombardeos aliados no hayan sido nunca dirigidos a eliminar las vías férreas que servían para transportar a las víctimas. Muchos han calificado esto de inmoral durante décadas. El argumento del mando aliado –el que hace Churchill en sus Memorias- es que no era posible arriesgar recursos en un objetivo no bélico. Había que usarlos para ganar la guerra, que era –según esa línea de razonamiento- la mejor manera de liberar a las víctimas. Ninguno de nosotros, creo, está en condiciones de decir si esto era verdad o mentira.
Yo visité solamente el de Dachau, tour que le recomiendo a todo aquel que tenga estómago. Una experiencia que nunca olvidará. En la entrada a Dachau, esculpida en piedra, hay una inscripción en varios idiomas: Nunca más, es lo que dice.

24 de enero – 35 años este día

El 24 de enero de 1965 moría en Londres Winston Churchill.
Claro que su obra más reconocida fue el liderazgo que le imprimió a Gran Bretaña entre 1940 y 1945, o sea, durante casi toda la Segunda Guerra Mundial. No todos saben que además fue periodista, pintor, militar, y, claro, político y escritor –ganó un Premio Nóbel-. Odiaba hacer ejercicio, fumaba interminables habanos, era gordo, pelado, conservador, llevaba la salud del Imperio Británico en la sangre y era un buen tomador de whisky, aunque con cultura alcohólica, jamás se le conocieron excesos del tipo Yeltsin o Galtieri. En al menos dos oportunidades estuvo a escasos kilómetros del frente de combate, pudiéndose escuchar los cañones desde donde se encontraba.
Fue uno de los arquitectos de la Gran Alianza que venció al nazismo, junto con Roosevelt y Stalin. Era tal vez un poco exageradamente anticomunista –Stalin nunca dejó de percibirlo- y Roosevelt era un poco ingenuo respecto de la URSS, así que los dos anglosajones se balanceaban. El fanatismo anticomunista de Churchill puede parecer exagerado visto hoy en día, pero lo que ocurrió en Europa Oriental después, mostró que sus temores no eran infundados. Fue el primero que vio venir una Europa Oriental encerrada y dominada por la URSS. De hecho, la expresión “Cortina de hierro” fue usada por primera vez por Churchill.
Recientemente –le mandé a Manolo un artículo de un diario inglés sobre el tema- salieron a la luz cartas de Churchill en las que habla pestes de De Gaulle. Se llevaban bastante mal, por no decir pésimo y Churchill no le tenia la menor confianza. Los ingleses no pusieron a otro en el lugar de De Gaulle como líder de la Francia Libre –recordemos que hubo un momento en que De Gaulle estaba exiliado en Londres y dependía de los ingleses para todo, ellos podían cortarle los suministros- simplemente porque no tenían nadie mejor, pero deseos no les faltaron.
Curiosamente –o no, habría que ser psicólogo de pueblos- inmediatamente después de terminada la guerra en Europa, y antes de que la misma concluyera en Asia, los electores ingleses retiraron su confianza en Churchill quien así se alejó de la posición que ocupó durante casi todo el conflicto. No fue sin embargo el fin de su carrera política. Volvería a ser Primer Ministro en 1951 para retirarse definitivamente en 1955, con ochenta años de edad.
Sus memorias de la Segunda Guerra Mundial –interesantísimas, imperdibles, garantizo- obtuvieron un Premio Nóbel –algo quizás exagerado, literariamente hablando- en 1953.
Moriría en la fecha que hoy recordamos, a los 91 años. Gran parte de sus discursos pueden consultarse enteritos en Internet, incluyendo el famoso All can I offer England, is blood, sweat and tears
Hay un monumento que recuerda la figura de Winston Churchill en la rambla montevideana, casi en Kibon. Yo siempre paso por su lado y hago el gesto de sacarme el sombrero que no uso, e inclino respetuosamente la cabeza- cada vez que voy a mi ciudad natal. Quería concluir este X años... con el texto que en él hay escrito, pero como Verónica no me lo ha mandado pese a mis solicitaciones, lo cito de memoria

En la oscuridad, vio. En la duda, condujo. En el peligro, realizó. En las sombras, brilló con luz que iluminó la medianoche. El mundo que ayudó a salvar echa bendiciones sobre su cabeza.

John Masfield

Nunca encontré la frase en su versión original en inglés, pero conociendo la estampa física del personaje, adivinaría que la ultima palabra no es head, sino boldface.

25 de diciembre – 22 años este día

Conversaremos hoy sobre una de las mayores masacres que el comunismo le causó al mundo (después de las similares ocurridas en la URSS como consecuencia de los absurdos planes de estatización forzada y purgas de Stalin, pero esto es otra historia), la que ocurrió en Camboya en la década del 70.
Gobernaba el país un movimiento conocido como Khmer Rouge (Comando Rojo) cuyo líder máximo era Pol Pot. En el delirio que pasaba por su cabeza, estaba el sueño de formar una sociedad campesina comunista. En el intento de llevarla a la práctica, acabó con el 25 % de la población del país (unos dos millones de personas en total), como consecuencia de ejecuciones, hambre y trabajo forzado. Y hubieran muerto más si los vietnamitas no paran la matanza, pero vamos despacito.
En 1954 Camboya adquirió la independencia (de Francia) y pasó a ser monarquía. En 1962 Pol Pot, líder comunista educado en Francia, pasa la clandestinidad y forma el movimiento guerrillero que denominó Khmer Rouge. En 1970 el príncipe Sihanouk, que gobernaba el país, fue depuesto por un golpe de extrema derecha apoyado por los EE UU y a que no adivinan lo que pasó: ¡Sihanouk se unió al Khmer Rouge, su enemigo hasta el día anterior!
Ese mismo año el ejército norteamericano invade Camboya para expulsar a los norvietnamitas que allí tenían bases y campamentos. No tuvieron éxito y sólo consiguieron que Vietnam del Norte estableciera una alianza con el Khmer Rouge.
Entre 1969 y 1973, los americanos bombardearon sistemáticamente las bases norvietnamitas en Camboya, matando unos 150 mil camboyanos en la bolada. Los campesinos huían de los bombardeos hacia Phnom Penh, la capital.
En 1975 los EE UU huyen de Vietnam y el gobierno de extrema derecha de Camboya se queda sin apoyo. Aprovechando la circunstancia, el 17 de abril de 1975 Pol Pot entra en Phnom Penh y toma control del país.
Allí comienza el delirio de comunismo agrario que Pol Pot copió de la Revolución Cultural de Mao. El país fue rebautizado “República Popular de Kampuchea”, el año del golpe fue declarado “Año Cero” y se lanzó una campaña de “purificación”, para expurgar del país toda traza de cultura occidental. Los extranjeros fueron expulsados, las embajadas cerradas y toda ayuda económica o médica proveniente del exterior fue rechazada. Se prohibió hablar en lenguas extranjeras, se confiscaron radios y bicicletas, se cerraron diarios y se controló y limitó el uso del correo y el teléfono. Se prohibió la práctica de religiones, las empresas privadas de todo tipo y la autoridad paterna fue declarada inferior a la del estado sobre los niños. Pues sí, esto ocurrió en plena segunda mitad del siglo XX.
Las ciudades fueron evacuadas para eliminar la corrupta cultura urbana y sustituirla por la campesina. En la capital fueron evacuadas dos millones de personas, de las cuales al menos veinte mil murieron en el proceso de abandonar la ciudad.
Los habitantes de las ciudades fueron llevados a hacer trabajos forzados en campos de concentración donde morían a causa del extenuante trabajo que debían realizar con una ración diaria de 180 gramos de arroz por persona cada dos días. Las sesiones de trabajo eran de 18 horas, comenzando a las 4 de la mañana, siempre bajo la atenta mirada de los soldados del Khmer, dispuestos a matar a la primera muestra de flaqueza o rebeldía.
Mientras tanto, todo a lo largo del país continuaban las purgas de los miembros de la “vieja sociedad corrupta”. Personas de clase alta, monjes, policías, médicos, abogados, maestros, ex-funcionarios públicos eran considerados culpables sólo por esa condición.
Todos los grupos étnicos minoritarios sufrieron persecución (los principales eran los vietnamitas, chinos y musulmanes). Cincuenta por ciento de la comunidad china en Camboya fue exterminada. Los musulmanes eran forzados a comer cerdo y fusilados si se negaban.
El 25 de diciembre de 1978, fecha que hoy recordamos con alivio, Vietnam, unificado y victorioso, lanzó una invasión masiva de Camboya. Muchos dicen que más que para acabar con tanto crimen, fue para terminar con los constantes ataques fronterizos que Camboya realizaba sobre Vietnam. El 7 de enero de 1979 cayó la capital camboyana en manos del ejército vietnamita, y se instaló en el país un gobierno controlado por Vietnam.
Cualquiera que haya sido el motivo de la invasión, lo cierto es que con ella Vietnam hizo el mayor servicio a la causa de la Humanidad en toda su historia, mayor aún que la liberación del propio pueblo vietnamita. Lo curioso es que -yo lo recuerdo muy bien- en su momento Occidente (eufemismo con el que se denomina a los EE UU) condenó la invasión como una agresión imperialista del país comunista recientemente unificado. Años después, la OTAN (otro eufemismo para el mismo país antes mencionado) haría exactamente lo mismo en Kosovo y entonces sí, llamaríamos a la invasión un acto noble y de justicia.
Pol Pot no se dio por vencido y se fue a las montañas tailandesas donde comenzó una guerra de guerrillas contra todos los gobiernos camboyanos que se sucedieron, durante 17 años. Hace muy poco, en abril de 1998, murió de un infarto a los 73 años. Iba a ser sometido a juicio pero no llegó a presentarse frente al tribunal. Otro tirano que se fue sin enfrentar la justicia. Permanecen vivos aún los tres siguientes líderes del Khmer, viven en su país cerca de la frontera con Tailandia sin que nadie los moleste. Existe algún acuerdo no escrito con el actual gobierno, yo no te jodo, vos no me jodas.
Lamento un texto como este en un día de Navidad. Pero yo nunca le prometí que X años iba a ser cheerful.

8 de enero – 4 años este día

François Mitterrand nació en Jarnac en 1916. Moriría en París el 8 de enero de 1996, fecha que hoy recordamos con alguna congoja. Fue elegido por primera vez presidente de Francia en 1981, (el período presidencial en Francia era entonces, de siete años, esto acaba de ser modificado el año pasado, ahora pasó a ser de cinco) y reelecto en 1988.
Fue prisionero de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba herido e internado en un hospital ubicado en un área que cayó en poder de los alemanes. Fue a un campo de prisioneros del que consiguió escapar luego de un par de intentos fallidos. Cabe aclarar que los campos de detención para soldados franceses e ingleses en nada se parecían a los centros de reclusión o campos de exterminio donde se enviaba a los judíos y gitanos. Las condiciones para los soldados occidentales no eran ni remotamente tan lamentables y casi diría que cumplían la Convención de Ginebra.
Inmediatamente después de la fuga, en 1941, pasó a trabajar para el gobierno de Vichy –abiertamente colaboracionista de los nazis, como todos sabemos. Mitterrand se defendió siempre diciendo que no conocía las leyes antijudías de Vichy. Lo que no deja de ser curioso, porque en Vichy los judíos eran obligados a salir a la calle con amarillas estrellas de David en la solapa. Pero quizás Mitterrand trabajaba duro como buen funcionario público y no tenía tiempo para salir a la calle. Ironías aparte, la realidad es que en Vichy coexistían fascistas, colaboracionistas, desesperados y hasta resistentes, que usaban su empleo en la administración colaboracionista para pasar informaciones a la Resistencia (se escribe con mayúscula, es un nombre propio). Nunca sabremos, ni interesa, que es lo que dominaba en estos hombres que hacían este doble juego. ¿Buscaban realmente la libertad para Francia? ¿Hacían un doble juego para terminar eligiendo el bando correcto cuando se aclararan las cosas? Probablemente los había de ambos tipos. Pero no todo vichysta era traidor o colaboracionista, ese es el punto que quería resumir.
Nunca he leído nada sobre quien fue el jerarca alemán que inventó Vichy, en lugar de directamente ocupar toda Francia. Quien quiera que haya sido (y todo hace pensar que fue el mismo Hitler) actuó con inteligencia. Es que la existencia de una Francia teóricamente no totalmente sometida, con alguna soberanía, hizo que miles de franceses se ubicaran a su sombra, hombres y mujeres que de otro modo habrían ingresado directamente a la Resistencia.
El hecho es que para 1943 Mitterrand estaba militando en la Resistencia (con el seudónimo Morland, estuvo en la lista de los más buscados por los nazis). En 1947, obviamente después de la liberación, fue Ministro del Interior de la caótica Cuarta República Francesa (el sistema de gobierno que rigió en Francia desde la Liberación hasta 1958, en que para celebrar mi llegada al mundo, De Gaulle fundó la Quinta República que aún goza de buena salud) y se mantuvo durante doce años con un puesto aquí, otro allá.
Su primer éxito en las ligas mayores fue en 1965, cuando fue candidato de la gauche a presidente –compitiendo nada menos que con De Gaulle-. Perdió, pero obligo al General a ir a un segundo turno, lo que fue percibido como una casi victoria.
En 1971 pasa a ocupar la Secretaría del Partido Socialista Francés (recordemos que, por razones que desconozco, todas las estructuras marxistas estuvieron siempre lideradas por un “Secretario General”) Mitterrand le hizo entonces chapa y pintura al PSF, aumentando mucho su caudal de votos. Volvió a perder, sin embargo, las elecciones en 1974 (contra Valery Giscard d’Estaing, en el segundo turno. El uso de la partícula d’ es la marca de nobleza, que su familia usa desde 1922), pero no era hombre de arrugar por dos tropezones. Al fin de cuentas, Lincoln también cayó derrotado varias veces antes de ser elegido presidente de los norteamericanos, debe haber pensado. La tercera es la vencida se dijo para sí mismo y arrasó el 10 de mayo de 1981, cuando derrotó al aristocrático Giscard, candidato de la derecha (también en el segundo turno). La Force tranquille, era el lema marketinero que usó con mucho éxito, eslogan que transmitía la idea de cambio sin revolución, de energía sin degollamientos.
Recapitulemos: en sólo diez años de trabajo sistemático en el PSF logró llegar a la Presidencia de Francia. Pas mal, me parece. Una anécdota que quedó de esa campaña electoral fue la oportunidad en que un periodista le preguntó a Giscard cuando costaba un boleto de metro (cabe aclarar que en Francia no cambia de valor todos los días ni mucho menos) No tenía la menor idea, probablemente porque nunca o casi nunca había andado de metro en su vida. Sería exagerar que esto le costó la elección pero que le hizo perder muchos votos, es seguro. Más todavía influyó la revelación justo antes del segundo turno de que Papón (a quien ya le hemos dedicado un X años el 17 de octubre) ministro del gobierno de Giscard, había sido protagonista del Holocausto (del lado de los victimarios, claro) Pero esto le quitó votos judíos a Giscard, pero no debe haber afectado tanto al resto del electorado. Lo que realmente fue decisivo en el triunfo socialista en la histórica elección de 1981, fue el apoyo no explícito pero evidente de Chirac a Mitterrand. No podía ser explícito porque al fin de cuentas, Chirac estaba más próximo ideológicamente de Giscard (ambos eran de derecha, hoy llamaríamos a esa corriente derecha moderada, ante el surgimiento de una extrema derecha entonces inexistente) Pero Chirac despreciaba a Giscard por el aire soberbio y petulante con que el aristócrata trataba a todo el mundo. Consciente de su alcurnia y de sus excepcionales dotes intelectuales, Giscard se consideraba por arriba de todos. Eso terminó transformando a Chirac –ex Primer Ministro de su gobierno- en su Brutus.
Hubo también en esos años, denuncias contra Giscard que lo acusaban de haberse quedado ilegalmente con diamantes que le fueron entregados por un gobernante africano en su calidad de Presidente de Francia. No mejoró las cosas que el susodicho gobernante era nada menos que Bokassa, que torturaba personalmente a sus opositores y –se dice- se los comía después de matarlos. El uso del verbo comer no es aquí metafórico sino literal. En otra oportunidad lo encontraron (a Giscard) manejando su auto –en esto se parecía a Menem, gustaba de prescindir de su chofer- a las tres de la mañana en compañía únicamente de una dama. Nada de malo, si no se tratara de un Presidente de Francia y casado.
Ironías de la vida o hipocresías de la política, así como Chirac (de derecha) apoyo subliminalmente a Mitterrand (de izquierda), Marchais (secretario general del Partido Comunista Francés, PCF) pidió a sus fieles el voto por Giscard. Para el PCF la unión de la izquierda servía siempre que fuera dominada por ellos, si tenían que ser segundones del PSF, mejor trabajar por la derrota.
Aprovechando la onda socialista que cubría Francia después de su relativamente inesperado triunfo de mayo de 1981, Mitterrand disolvió toute suite la Asamblea Nacional y convocó a nuevas elecciones, obteniendo así mayoría parlamentaria (Pierre Mauroy fue su primer Primer Ministro). Entonces comenzaron las nacionalizaciones, aumento del salario mínimo, abolición de la pena de muerte (recordarán que ya hablamos de la última ejecución legal ocurrida en Francia en el X años del 10 de septiembre). Pero esto fue el principio de su primer período. Apenas 18 exactos meses después, François Mitterrand percibió que con el populismo tradicional de los socialistas sólo iba a conseguir quebrar a Francia e hizo un brusco giro de 180 grados en su política, convirtiéndose a un libre mercado centrista o como quieran llamarlo. De socialista le quedaba el nombre del partido. Una transformación similar a la que vivió Felipillo en la madre patria. La Francia socialista, creación de un hombre que sólo se afilió al Partido Socialista a los 55 años de edad, duró apenas un año y medio (casualmente, este servidor estuvo por allí en ese período y hasta vi con mis ojos a Mitterrand en el desfile del 14 de julio de 1982)
En 1986 la derecha gana las elecciones legislativas lo que le permite colocar un Primer Ministro de esa orientación (el Sr. Jacques Chirac, actual Presidente de Francia) Eso pasó a conocerse como la “co-habitación”, o sea, un Presidente de un partido y un Primer Ministro de otro (esto se repetiría exactamente al revés años después con Chirac-Jospin). Tengamos presente que quien realmente maneja la política interna en Francia es el Primer Ministro, al Presidente le queda la política exterior, el comando supremo de las Fuerzas Armadas y poco más.
Llega el año 1988 y nuevas elecciones presidenciales. Mitterrand derrota a Chirac y asume un nuevo período. La misma receta otra vez: disolución de la Asamblea Nacional y llamado a nuevas elecciones para tener un Primer Ministro afín, así como mayoría parlamentaria.
En el segundo período es de destacar su participación en el avance y consolidación de la Unión Europea y en el acercamiento a Alemania. En 1991 nominó a Edith Cresson como Primera Ministra (luego de que Jacques Delors tuviera el tupé de rechazar el puesto, el segundo más importante de Francia) Fue Cresson la primera mujer a gobernar Francia en toda la historia de ese país. El gobierno encabezado por Cresson fue olvidable, para ser generosos. Toda Francia supo siempre que Cresson fue una más de las centenares de damas que pasaron por el lecho de François. Queda por tanto la duda de si accedió al cargo por méritos propios o por…. otro motivo. Bueno, en realidad, siempre habrá sido por mérito propio, sólo que de diferente tipo.
En 1993 la derecha le propinó una paliza dura en las elecciones legislativas, lo que obligó a Mitterrand a terminar su segundo período con Edouard Balladur como Primer Ministro. Tenía una predisposición por lo clásico-serio-grandilocuente. De ese sentimiento nacieron las colosales obras concretadas durante sus presidencias (la Biblioteca Nacional, la Nueva Ópera, el Nuevo Louvre, el Museo del Siglo XIX, etc.) A uno le queda la duda de si las realizó por amor a París o para dejar su impronta personal en el perfil urbano de la ciudad por los próximos cien años. Es probable y no tendría nada de malo, que sea un poco ambas cosas.
En Francia es muy corriente que los grandes políticos y gobernantes tengan una gran afición a las letras. Mitterrand no fue excepción a esta saludable regla. En Chapitre.com, una librería francesa en Internet, hay trece libros de su autoría. La bibliografía, muestra veinte, pero los otros no son fáciles de encontrar. Entre ellos: Ici et maintenant, De l’ Allemagne, de la France, Memoirs interrompus, La paille et le grain y Memoire a deux voies. Este último libro es la recopilación de los diálogos que Mitterrand mantuvo durante mucho tiempo con Elie Wiesel, el Premio Nóbel de literatura que fue muy amigo suyo durante décadas. Allí se entera uno de cosas interesantes. Wiesel cita una frase de François Mitterrand – delante del susodicho- en la que dijo “Al fin de cuentas, las leyes antijudías de Vichy sólo se aplicaban a los judíos extranjeros”. Mitterrand no lo desmiente. Además de no ser cierto, es infame por decir lo mínimo. Pero era pensamiento común en Europa en una época. Muchos se auto consolaban diciendo, bueno, no es contra el judío ese del barrio, sólo contra los de otros países, ergo, no es tan malo. Le Figaro lo citó una vez –tampoco fue desmentido- diciendo “Un genocidio en países como Rwanda no es una cosa tan grave, así”.
¿Transforman estas declaraciones a Mitterrand en un demonio? No me parece. La política no es tierra de impolutos, si vamos a condenarlo por un par de frases infelices, no se salva nadie.
Mantuvo también discutibles amistades. Una de ellas fue la de René Bousquets, notorio colaboracionista durante la ocupación. Mitterrand terminó cortando la relación recién muchos años después de conocerse el pasado de Bousquets. RB terminó asesinado por un loco en el 93, lo que fue de lamentar, no porque la vida del susodicho me preocupe en lo más mínimo, sino porque el juicio hubiera permitido conocer más detalles de la historia del colaboracionismo francés. Para comprender esta fidelidad hasta lo insensato a ciertos amigos, hay que entender que para FM la amistad forjada en la clandestinidad de la ocupación era sagrada. Nadie lo haría renegar de un amigo de esos tiempos, los que, por otra parte, eran los únicos mortales autorizados a tutearlo. Los únicos que hablaban con Francois ser humano y no con el Presidente de Francia. Entre esos amigos había una mujer (la hoy muy conocida Marguerite Duras) cuyos amores con caballeros de ambos bandos durante la ocupación darían para un texto algo picante, si no fuera porque ese no ha sido nunca el espíritu de X años.
Hizo uso de todo tipo de herramientas en su carrera hacia el Poder. En 1959, siendo senador, se inventó un atentado contra su vida (cayó en una burda trampa de la ultraderecha que lo instó a esa mentira), llegando inclusive a mentirle a los jueces. Esto –el delito de obstrucción de la justicia- le costó que el Senado Francés le retirara sus fueros, un caso que si no es único en la historia de Francia, es al menos rarísimo. Y aquí viene lo curioso. Por mucho menos, políticos prometedores de otros países vieron sus carreras truncadas (pienso en Gary Hart y en Edward Kennedy) Uno imaginaría que un senador que miente y es desaforado es un cadáver político. Bien sabemos que no fue el caso de Mitterrand.
En otra oportunidad –ya presidente-, mandó “neutralizar” un barco de Greenpeace, debido a que esa organización molestaba las pruebas nucleares francesas en la Polinesia. Murió un fotógrafo debido a la bomba que colocaron en el barco los servicios secretos franceses. Esto fue además una violación de la ley internacional porque el acto de piratería fue realizado en un puerto neozelandés.
Para estándares franceses, la corrupción durante sus gobiernos superó los parámetros habituales. No haremos una lista de los casos, que sería innecesaria para los franceses de ustedes y aburrida para los otros. Créanme que hubo allegados muy cercanos a Mitterrand que se enriquecieron en gran forma. Pero es justo decir también que nunca se probó que él se haya llevado un peso ilegítimamente. El análisis de su herencia cierra perfectamente con su salario de presidente y los derechos de sus libros. El único acto corrupto que con seguridad puede atribuírsele es el uso de aviones y propiedades del gobierno para sus frecuentes encuentros amorosos. Disculpen el machismo, pero no seré yo quien levante la mano para condenarlo por esta nimiedad. Por el contrario, Chapeau François es el pensamiento que pasa por mi cabeza.
Tuvo una hija extra matrimonial cuya existencia se desconoció formalmente durante años -volvemos al tema interesante, manejo nacional francés de la información relacionada a la vida de sus gobernantes-. Tanto su esposa como los franceses en general, siempre manejaron este tema con una altura admirable. En el entierro, la mujer de Mitterrand –Danielle Gouze- le hizo a esa hija y a su madre (hay una foto famosa) un lugar a su lado y junto al féretro, lo que pocas otras esposas de mandatarios hubieran tenido el coraje de hacer.
Además de su familia legal –un mero marco donde encajar su agitada vida sexual- tenía otra familia –más familia en el sentido que muchos le damos a esta palabra, que la que formó con Danielle-. Tuvo una tercera relación de quince años con una periodista sueca –las tres mujeres simultáneamente- además de decenas o centenares de relaciones que duraron plazos no muy largos, otras que fueron breves y otras brevísimas –el tiempo que sus guardaespaldas demoraban en leer L’Equipe en la puerta del dormitorio-.
Tamaña obsesión con el sexo puede haber tenido uno de dos motivos. El primero es que, como todo el mundo sabe –o imagina-, la práctica amatoria con amplia variedad de partenaires no es una actividad desagradable. El otro motivo, algo freudiano, es que el primer gran amor de Mitterrand a los veinte años, lo abandonó por otro hombre cuando Mitterrand estaba prisionero de los alemanes –típica historia de guerra-. François nunca asimiló el golpe y supongo que, no habiendo podido poseer a Beatriz –no podía llamarse de otra manera el amor platónico de un amante de las letras- se vengó intentando poseer a las mujeres todas. Mitterrand podría haber hecho suyas las palabras de Bioy Casares: “Siempre le he sido fiel al género femenino en su conjunto”.
Jonhatan Fenby (autor de France on the Brink) hace esta apreciación final sobre Mitterrand:
Si Mitterrand encontraba a Vichy ideológicamente objetable, es una pregunta que probablemente permanecerá abierta por siempre, así como permanecerá desconocido para nosotros el verdadero alcance de su compromiso para con el socialismo. Sin duda que deploraba el tratamiento que Vichy daba a quienes perseguía; pero como calculador de cabeza fría, su participación en la Resistencia puede haber sido tanto convicción política como una conveniencia pragmática, así como pudo comprender a partir de 1965 que el único camino para ganar a la presidencia era llegar a ella desde la izquierda.
Con Monsieur Mon Frère (MMF) –a cuyo examen crítico sometí la cita anterior hace algunos meses- discrepamos sobre la exactitud de la misma. Él la considera una visión injusta o incorrecta de la trayectoria de Mitterrand. Yo en cambio la comparto plenamente. Más leo sobre la vida de FM, más me convenzo que salvo ponerse una camisa roja o una negra –ambos extremos le chocaban- hubiera tomado cualquier camino político que le asegurara llegar al Elyseo.
Mitterrand padecía de cáncer de próstata desde hacía años (herencia de su padre, que murió de lo mismo) Se lo detectaron apenas seis meses después de haber comenzado su primer mandato (mayo de 1981) Imaginen la frustración, cincuenta años de batalla política para alcanzar la cúspide del poder y de pronto esa noticia. Por orden suya su enfermedad fue mantenida como secreto de estado hasta que una operación fue imprescindible en 1992. Aún entonces, la metástasis continuó siendo ocultada al pueblo francés. Su propia esposa sólo se enteró en 1991 (una vez más, Francia y la información privada) El médico que lo atendía escribió un libro con revelaciones extraordinarias, y se ligó un juicio –que perdió- por parte de los familiares por haber revelado información de carácter privado y que además era secreto de estado.
Mitterrand había prometido a Francia que no se volvería a repetir la situación de Pompidou, cuya enfermedad terminal fue hasta último momento ocultada al pueblo francés. No cumplió su palabra, lo que es una excepción porque en general se atuvo a ella casi siempre.
Hacia el final del segundo período la enfermedad lo aquejaba fuertemente y sólo se dedicaba a cuidar su salud y tomar algunas decisiones sobre sus mega proyectos arquitectónicos (hasta el color del tapizado de la nueva Ópera fue elegido por él personalmente) La conducción del país quedó completamente en manos del Primer Ministro. El país nada sabía. Pero no renunció, aguantó firme hasta entregar la cinta presidencial a Jacques Chirac y sólo se permitió morir una vez cumplida esta tarea. Esta decisión me genera dos sentimientos encontrados: por una lado, le admiro la fuerza que puso para aguantar, por otro lado, uno se pregunta, ¿Fue honesto engañar al pueblo francés y hacerle creer que estaba al mando?
Sobrevivió ocho meses a la transferencia de mando, tiempo que dedicó a recorrer Venecia (como hubiera hecho MMF, otro fanático de la hermosa ciudad italiana), visitar las librerías de viejo en París (como hubiera hecho yo) y disfrutar a fondo de la gastronomía francesa que los médicos le habían retaceado durante tanto tiempo. (tenía pasión por las ostras, que consideraba afrodisíacas, ¡Y deben serlo a juzgar por el currículum amatorio del que ya he hablado!) Pasó la Navidad y Año Nuevo del 95-96 con sus familias (la legal y la de su amante, aunque no sé si esta palabra le hace justicia a la relación pues pasaba con esa segunda mujer mucho más tiempo que con Danielle) y los primeros días de enero del 96 preguntó cuanto tiempo viviría si suspendía la medicación. Tres días, le dijeron. Entonces, tiró todos los frasquitos a la basura, se sentó en el sillón basculante cuyo crujir metódico le traía recuerdos de las narraciones que oía de su abuela en Jarnac cuando ella se sentaba en un sillón similar al caer la tarde, de las caminatas infantiles a orillas de los ríos de la región, de los múltiples poemas que de niño le dedicó a esos ríos (se conservan varios). Y dejó a la naturaleza hacer como esos ríos, seguir su curso.
Aún recuerdo la portada del France Soir, -un diario parisino populachento, más bien ilegible-, el día de la muerte de Mitterrand. Aparecía el ex-presidente con su habitual sobretodo oscuro y su sombrero negro alado, prendas que terminaron siendo parte inseparable de su imagen pública, caminando solo, de espaldas, alejándose por un arbolado sendero de provincia. Serio, sobrio al extremo en el vestir, con tendencia a lo grandilocuente en todos los aspectos de la vida, no tengo duda que hubiera sido un gran tanguero de haber nacido rioplatense. Pero no tuvo esa suerte. Mitterrand, como yo, adoptó el agnosticismo de adulto. Su educación católica en la infancia, sin embargo, le dejó –como a mí- un dejo de espiritualidad en su visión de las cosas que no se condice con mucha coherencia con el agnosticismo. A Mitterrand no le preocupaba en lo más mínimo esta contradicción. A mí tampoco. Un agnóstico –solía decir con notable acierto- no es quien sabe que no cree, sino quien no sabe si cree.
Salió un poco largo este X años, es verdad. Pero fue François Mitterrand junto con Charles De Gaulle el político francés más importante de la posguerra. Junto con De Gaulle otra vez, y Bonaparte y Louis XI (el hacedor de la Francia que conocemos), uno de los cuatro gobernantes más importantes de la historia de ese país (esta afirmación es un poco más aventurada de mi parte que la anterior, que es totalmente segura) Fue el presidente que más tiempo gobernó Francia en toda la historia de las cinco repúblicas. Fue también uno de los principales autores de la Europa-nación que hoy es una realidad. ¿No merecía el hombre un par de páginas de mi parte y quince minutos de la de Ud.?
Termino haciendo completamente mía una frase colocada por Ronald Tiersky, uno de los biógrafos extranjeros –je veux dire, no franceses- de Mitterrand, en el prefacio de su obra Francois Mitterrand – The last French President, donde dice:
Estas páginas no nacen del odio ni del amor a Mitterrand. Y ciertamente no nacen de la indiferencia hacia su trayectoria, o hacia Francia.