X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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23 de agosto - 60 años este día

Un día como hoy, hace 60 años (23 de agosto de 1939) se firmaba el tratado o pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética de Stalin, tratado también conocido como Molotov-Ribbentrop, por el nombre de los cancilleres firmantes.
Por ese tratado, Hitler y Stalin se dividieron Europa del este en dos mitades, sin demasiada preocupación claro está, por lo que los europeos del este pudieran pensar al respecto.
Las razones de este pacto, dieron que hablar durantes estos sesenta años y continuarán haciéndolo porque no hay una versión clara, una explicación única con la que uno pueda sentirse totalmente satisfecho. Los anti-soviéticos arguyen que lo que sucedió fue simplemente que dos potencias imperialistas cortaron esa parte del mundo como si fuera una torta con la única intención, en los dos firmantes, de extender su imperio.
La otra versión dice que los países occidentales siempre dejaron a la URSS fuera del juego, y ni siquiera la invitaron a la conferencia de Munich (Septiembre de 1938), en la que vergonzosamente le dijeron a Adolfito, sí, seguí comiendo que nosotros te seguimos poniendo la mesa. La URSS enfrentaba así la posibilidad de tener que defenderse totalmente sola de la ya poderosa máquina bélica alemana. El tratado se veía así como una forma de ganar tiempo y darle aire a la Unión Soviética, para rearmarse también, como había hecho recientemente Alemania y de reemplazar a la oficialidad del ejército, que Martillo (eso quiere decir Stalin en ruso o georgiano, no sé) había purgado en 1937, apenas dos años antes.
Los que sostienen la primera versión dicen que esto no es así, y lo fundamentan en el hecho que la URSS vendió materias primas a Alemania prácticamente hasta el día anterior al inicio de la Operación Barbaroja (nombre en clave que se dio al ataque alemán a la Unión Soviética, que comenzó el 22 de junio de 1941 y que obviamente violó el tratado tornándolo inútil). Claramente, dicen quienes esto piensan, esto muestra que Stalin nunca pensó en un ataque alemán, sino en una colaboración para siempre, y que fue ese pacto el que realmente permitió a Hitler comenzar la guerra, ya que tenía asegurado que no encararía dos frentes –occidental y oriental- al mismo tiempo.
La versión de los antisoviéticos se refuerza, sin embargo, por un apéndice o anexo de carácter secreto que tuvo el pacto, en el cual los firmantes se dividían Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Rumania y Finlandia. De hecho, cuando los alemanes invadieron Polonia el de septiembre de 1939, fueron seguidos por los soviéticos –el día 17 de septiembre- que hicieron otro tanto del otro lado, hasta encontrarse amigablemente con la Wehrmacht en el limite pactado, aproximadamente en la mitad de Polonia. Enseguida, la URSS atacó Finlandia y anexó las tres repúblicas bálticas. Para guardar las formas, los soviéticos organizaron un plebiscito en esos países, que ganaron con más del 90 % de los votos. La clase de plebiscitos soviéticos cuyos resultados salían publicados con cifra decimal y todo el día antes de los comicios -ocurrió una vez, en serio-.
Entre las víctimas no siempre recordadas de la invasión soviética a Polonia –ni la primera ni la última vez que los rusos invadirían ese país, el hecho es casi una rutina de la historia- están los quince mil -sí, nada menos que quince mil- oficiales del ejército polaco masivamente asesinados por el ejército soviético en lo que pasó a llamarse la matanza de los bosques de Katyn -por el lugar donde ocurrió- en abril de 1940. Durante décadas la URSS no reconoció esta carnicería, pero en 1992 la aceptó –ya era Rusia y no la URSS desde fin de 1991-y hasta suministró documentos con la localización exacta de las tumbas masivas. Hasta entonces sólo se habían hallado algunas, la primera la encontraron los alemanes en 1943. La existencia de las cláusulas secretas del tratado Molotov-Ribbentrop también fue negada por años, hasta que fueron aceptadas en Moscú como reales en 1989.