X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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24 de abril – 85 años este día

“He enviado al este nuestros Escuadrones de la Muerte con la orden de matar sin piedad ni misericordia todos los hombres, mujeres y niños de raza o idioma polaco. Solamente de esa forma conseguiremos el espacio vital que necesitamos. ¿Quién se acuerda aún de los armenios?”

Adolfo Hitler a sus comandantes, 22 de agosto de 1939

X años se ha ocupado varias veces de recordar genocidios. Hemos hablado del Holocausto, de la tragedia de Nanking, del genocidio de Rwanda y hoy nos ocuparemos del primer genocidio del siglo XX: el armenio perpetrado por el ejército turco (en realidad es llamado el primer genocidio pero no lo es, el primero es el perpetrado por Leopoldo II en el Congo Belga, pero de eso hablaremos en otra oportunidad)
El término “genocidio, fue acuñado por un abogado de nombre Rafael Lemkin in 1944, combinando la palabra griega “genos” (raza) con la latina “cide” (asesinato). El genocidio, tal como lo define la carta de las Naciones Unidas es cualquier acto con la intención de destruir, totalmente o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Incluye el asesinato de miembros de esos grupos, el daño mental o físico causado a integrantes de esos grupos, el deterioro de la calidad de vida de los mismos con miras a provocar su destrucción parcial o total, la imposición de medidas destinadas a limitar o prevenir los nacimientos de esos grupos o la transferencia forzada de niños de un grupo a otro.
Los armenios son un pueblo muy antiguo, que habitan la zona del Oriente Medio delimitada por el Mar Caspio, el Mediterráneo y el Negro. El Monte Ararat es su landmark más conocido. Los armenios fueron dominados en diferentes épocas por persas, griegos, romanos, bizantinos, árabes y mogoles.
Pero ni siquiera esta larga sucesión de invasores les hizo perder su especificidad y su cultura. Fue Armenia la primera nación del mundo a adoptar el cristianismo como religión de estado. Algo que los armenios consideran un logro, una virtud destacable y yo simplemente un hecho histórico, una característica.
En el siglo XI sobrevino la invasión turca. Para el XVI Armenia era una parte más del enorme imperio otomano, entidad que para el XVIII estaba cuesta abajo en su rodada, en pleno declinio y pérdida de poder. Los ejércitos turcos, otrora invencibles durante siglos, perdían batalla tras batalla frente a los nuevos estados europeos.
Hacia fines del siglo XIX, los armenios comenzaron a presionar por sus derechos, exigiendo el fin de las discriminaciones (entre otras cosas, no podía votar por ser cristianos y pagaban un impuesto adicional también como consecuencia de tener una religión distinta a la del imperio). Pero el autoritario Sultan Abdul Hamid no tomó a bien estas exigencias y respondió con represión. Entre 1894 y 1897, unos cien mil armenios fueron asesinados en pogromos llevados adelante por los esbirros de Hamid. O sea que el primer genocidio del siglo XX empezó en realidad en el siglo XIX.
Pero motivos de política interna turca hicieron que Hamid fuera derrocado. Un movimiento reformista-nacionalista (conocido en la historia como “de los Jóvenes Turcos”) le hizo tomarse jubilación anticipada. Los armenios estaban encantados con la noticia y salían a festejar a las calles junto con los Jóvenes Turcos. Pero sus alegrías eran infundadas.
El triunvirato de Jóvenes Turcos que tomó el poder en 1913 resultó peor que Hamid. Estos delirantes querían expandir las fronteras turcas hacia el oeste, pero guess what, justo en el camino de esa pretendida expansión vivían dos millones de armenios. Para los triunviros era imperioso quitarlos de allí pues aspiraban a una Turquía de un idioma, una raza, una religión.
Instaron a la población a agredir armenios y a cobijar sentimientos nacionalistas y religiosos intolerantes. En 1909 fueron muertos unos 30 mil armenios en Cilicia. El genocidio seguía dando pasos firmes. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Turquía se puso del lado de los países centrales (Alemania y el Imperio Austro Húngaro) y el conflicto dio al triunvirato gobernante la excusa perfecta para darle al “problema armenio” una “solución final”. El mundo estaba con los ojos en los campos de batalla de Europa y no se preocuparía demasiado por lo que podría ocurrir en Asia Menor.
Para preparar el genocidio, Turquía primero hizo desarmar a los armenios, obligándolos a ceder todo tipo de armas que pudieran tener. Los soldados armenios prestando servicios en el ejército turco fueron desarmados y destinados a tareas de construcción de caminos en condiciones infrahumanas o simplemente fueron hechos prisioneros.
Sabemos hoy que la decisión de exterminar el pueblo armenio fue formalmente tomada y emitida por el triunvirato de Jóvenes Turcos. Fue comunicada por telegrama a todos los gobernadores de las provincias y comenzó a ser llevada a la práctica la noche del 24 de abril de 1915, fecha que hoy recordamos con indignación y horror, en que los líderes políticos, intelectuales y religiosos del pueblo armenio fueron hechos prisioneros, torturados y luego fusilados o ahorcados.
De ahí para adelante, comenzó la carnicería de armenios a fusil, cuchillo y bayoneta en toda la Armenia turca. No sólo participaba el ejército, sino también abundantes voluntarios. Las mujeres y niños fueron obligados a empacar y marchar hacia ninguna parte en marchas forzadas que mataron a la mayoría.
Casas, ganado, granjas, ropa, herramientas, pueblos. Todo lo que los armenios fueron obligados a dejar atrás, fue inmediatamente robado por turcos que tomaron posesión de esos bienes. Algunos niños fueron salvados de las marchas forzada siendo obligados a vivir con familias turcas, que les cambiaban el nombre y los obligaban a cambiar también de religión.
Las caravanas que partían eran atacadas por bandas del gobierno que robaban, mataban y violaban sin restricciones. Las mujeres bonitas y jóvenes se salvaban. Quedaban como esclavas sexuales de los bandidos turcos. Los que marchaban no eran permitidos de llevar o procurar agua ni alimentos en cantidades razonables. Además, se los forzaba a atravesar desiertos y montañas que no necesariamente estaban en el camino. A menudo eran obligados a caminar desnudos bajo el implacable sol de esa región. El resultado es previsible: Murieron aproximadamente el 75 % de los que marchaban. La gran cantidad de cadáveres en descomposición trajo el riesgo de epidemias a muchas provincias turcas.
La matanza continuó hasta 1918. En mayo de ese año, los armenios consiguieron reorganizarse como fuerza combatiente y vencieron a los turcos –sin ninguna ayuda del mundo exterior- en la batalla de Sadarabad. Esto permitió que el pueblo armenio no fuera totalmente extinguido y aún exista. Yo sé muy poco de historia armenia pero imagino que Sadarabad debe ser para los armenios, lo que el alzamiento del Gueto para el pueblo judío.
Cuando la Gran Guerra terminó en noviembre de 1918 con la derrota de Turquía y sus aliados, el triunvirato renunció y se fue asilado a Alemania. Jamás fueron juzgados por lo que hicieron.
En agosto de 1920 se firmó el tratado de Sevres (lo firmó Turquía también), que reconoce nuevamente la existencia de una nación armenia independiente. Pero se produjo en Turquía un golpe de estado que llevó al poder a Mustafa Kemal, que desconoció el tratado, ocupó Armenia y desterró a los pocos que se habían salvado. La mayoría de los que desterró eran niños huérfanos de la matanza anterior. Pero ningún país salió a defender a la indefensa joven República Armenia. Una pequeña parte del país pasó a integrar la República Socialista de Armenia, parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas.
El siguiente paso turco fue destruir en toda la medida posible, la cultura armenia: libros, bibliotecas, archivos, arquitectura, todo fue demolido o quemado. Algunas ciudades (Kharpert, Van o la antigua capital armenia de Ani) fueron arrasadas en su totalidad en el intento de eliminar una civilización de tres mil años de antigüedad.
La cantidad de armenios que fueron asesinados en sus pueblos o murieron es difícil de estimar. Los turcos no llevaban planillas ni controles de presos o muertos, y ni siquiera había habido en Turquía un censo nacional. Nada conocemos en detalle sobre la población del país. Pero se estima que vivían en Turquía entre un millón setecientos mil armenios y dos millones, y que unos setecientos mil de ellos habrían muerto. La estimativa armenia habla de un millón y medio, lo que parece un poco exagerado, pues algunos consiguieron escapar del país. La estimativa de setecientos mil es de Toynbee y aceptada por muchos historiadores (a falta de otra mejor, supongo).
Por motivos sobre los que cada uno tendrá su propia explicación, este genocidio nunca tuvo mucha prensa. En las principales librerías de la cadena Barnes & Nobles en New York hay una estantería completa dedicada al Holocausto. No encontré sin embargo un sólo libro dedicado al genocidio armenio para poder escribir estas líneas mejor documentado. En Internet se encuentran algunos libros, no demasiados, y hay que ordenarlos pues tienen plazo de obtención y entrega. Sólo tengo el libro que me regalo un editor armenio argentino con relatos de su abuelo que vivió la tragedia. Muy sentido, pero no es un libro de Historia.
Sólo ahora voy a comentar la frase de Hitler con la que inicié este texto. La misma transmite la fuerza y el derecho de facto que nuestro olvido da a los tiranos. Por eso es que existe X años –modestly-, por eso es que no podemos permitirnos olvidar. Para desmentir a Hitler, para decirle, you are deadly wrong, todos nosotros nos acordamos perfectamente de lo que pasó con los armenios.

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