X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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31 de julio – 217 años este día

La Ilustración fue al mismo tiempo un movimiento intelectual y un estado de ánimo. El termino no sólo define un periodo importantísimo de la historia intelectual de Europa, sino que identifica también a una filosofía y a un política que fue el fundamento teórico detrás de hombres que soñaron con la posibilidad de un mundo mejor y más racional.
Dediquemos un minuto al análisis del termino elegido para identificar el conjunto de ideas porque mediante ese ejercicio intelectual, veremos la base ideológica que soporta a la Ilustración. En inglés se habla de Enlightenment, iluminación en traducción literal. Iluminación es pues un rótulo posible en castellano. Lo de Iluminación tiene a su vez dos posibles orígenes. El más pintoresco habla de una entrevista entre Diderot y Rousseau (que fueron grandes amigos hasta que tuvieron una gran pelea) en la cual el primero se habría visto iluminado por el segundo. Otra interpretación del término es que lo de iluminación viene por la luz que la razón arroja a la interpretación de las cosas. Otro vocablo de uso en castellano para definir lo mismo, es Ilustración. En francés se hace referencia a la Ilustración como el espíritu filosófico que dominó en Le Siècle des Lumières, o sea en el siglo de la Ilustración o de las luces (de ahí el titulo de la novela de Carpentier, ambientada en pleno siglo XVIII) Por supuesto que las denominaciones anteriores en modo alguno deben confundirse con Ilustration (inglés) o Ilustration (francés) o Ilustración (castellano) o Enluminure (otra vez francés) o Iluminismo (nuevamente castellano), términos todos que hacen referencia al arte de embellecer los libros mediante dibujos, láminas o ilustraciones.
Hay dos visiones sobre este movimiento. Para una, la ilustración fue una brillante creación de una élite intelectual centrada en –claro-, París. Para otros una idea que caminaba por Europa y a la cabeza de la cual se colocó esa élite. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. ¿Era un movimiento francés o uno internacional? Yo diría que era como una selección de fútbol del mundo, pero donde siete u ocho de sus titulares eran franceses. El término iluminación comenzó a usarse a principios del XVIII y hacia fines de ese siglo, un claro miembro de esta corriente como fue Immanuel Kant, que visualizaba un mundo libre de superstición e ignorancia (léase religión y afines)
Fue el siglo de las luces (o sea el XVIII como ya dijimos) nuestra época de gloria (quizás para hablar con más precisión, digamos el periodo entre la revolución inglesa de 1688 y la francesa de 1789 pues como se sabe los siglos no siempre van de un múltiplo de cien a otro). A fines de ese siglo vendrían los Románticos a cuestionarnos y escupir el estofado, luego los nacionalismos y los nacionalistas seguirían socavándonos en el XIX y finalmente el XX vería el retorno de la superchería y el fundamentalismo (que no es no es más que la etapa final y más elaborada de la religión o superchería, como el imperialismo es al capitalismo, podríamos decir parafraseando a Lenin). Pero el espíritu de la Iluminación (o Ilustración) no ha desaparecido por completo. La prueba está en la existencia de hombres como yo, en el liberalismo del siglo XX, en el espíritu de tolerancia que hoy es mucho mayor que en otras épocas, en el respeto por las minorías. Todas esas ideas son hijas de la Iluminación.
¿Qué períodos o ideas hicieron germinar la brillante planta de la Iluminación? No podía ser otro, claro, que el Renacimiento, que alentaba a las personas a cultivar variadas disciplinas y a no cerrar sus cabezas.
Hecha esta introducción al tiempo histórico, aproximémonos al hombre que es sujeto de este X años. Nació en 1713 en Langres, Francia y moriría el 31 de julio de 1784, fecha que espero no ser el único en estar recordando hoy. Es una casualidad no totalmente azarosa que el último X años de más de 130, esté dedicado a uno de los hombres que más admiro intelectualmente y uno de los menos recordados en este posmodernismo vulgar que nos rodea.
Se llamaba, despejemos ya la incógnita, Denis Diderot. Su más importante aporte a la historia de la Humanidad fue la obra que le tomó casi treinta años de su vida (entre 1745 y 1772), llamada la Enciclopedia. Fue esta monumental obra que en breve describiremos, el principal soporte y más importante documento y legado, de la Ilustración. Diderot se educó en los jesuitas, lo que, otra vez, no creo haya sido para nada una casualidad. Fue católico en su juventud para terminar ateo y materialista en su adultez (nadie es perfecto, no era agnóstico)
La Enciclopedia nació de esta manera: Andre Le Breton, un empresario de la época, le pidió a Diderot que le hiciera una traducción de la enciclopedia (aquí con minúscula, confío en que sabréis distinguir el sustantivo del nombre propio) de Ephraim Chambers. Diderot se abocó a la tarea con la colaboración entre otros de un distinguido matemático llamado Jean Le Rond d'Alembert (a quien mis colegas recordarán ciertamente por el famoso teorema que lleva su nombre) como co-editor, pero no se contentó con traducir un libro sino que creó una obra nueva, mucho más amplia en sus ambiciones y mucho más revolucionaria en su destino. No le alcanzó con la ayuda de D´Alembert así que pidió una mano a científicos y escritores de su tiempo y hasta a varios sacerdotes. Entre las notables mentes que tomaron parte en la monumental obra se cuentan Rousseau, Montesquieu, Voltaire y Turgot. Todos alimentaban el propósito de derrotar las oscurantistas fuerzas de los reyes conservadores y de la Iglesia. Definieron la obra como “Dictionnaire raisonné des arts et des métiers” ("Diccionario racional o razonado"), y buscaron incluir en ella todos los detalles de todos los oficios, las artes y las ciencias tal como se las conocía en su tiempo. La obra toda trasunta fe en el racionalismo, en el progreso de la sociedad bajo los auspicios y el liderazgo de la razón. Manifiesta la convicción del dominio posible del hombre sobre el entorno en el que vive, incita al lector a buscar la verdad en la ciencia y en la historia y no ya en la Biblia o en la Iglesia. Nos muestra o pretende mostrarnos que la felicidad de la humanidad esta en las manos de nosotros mismos, en manos del Hombre, capaz de todo iniciar y de todo conseguir.
El primer volumen vio la luz en 1751 (con apenas 4300 ejemplares, apenas para los estándares de hoy, muchos para la época), el último recién en 1772. Durante todo ese tiempo, Diderot sufrió la crítica y la censura de los gobiernos conservadores, que inclusive llegaron a meterlo preso un tiempo. El pico de represión se vivió en 1758 cuando la obra fue prohibida en Francia. Voltaire le ofreció continuar la publicación fuera de Francia, pero Diderot insistió en continuarla clandestinamente en su país. Terminarían siendo 28 volúmenes en total, 17 de texto y los restantes de ilustraciones de excelente factura
Pero el haber sido el principal hacedor de una de las más importantes obras de la historia de la humanidad, no hizo de Diderot un hombre rico, más bien al contrario. Cuando completó la obra no tenía un peso ni partido por la mitad y Carolina la Grande –entonces gobernante de Rusia, integrante paradigmática del llamado despotismo ilustrado, a mi juicio el mejor sistema de gobierno que la Humanidad haya jamás creado para si misma, tuvo la gentileza de comprar su biblioteca, pero lo nombró al mismo tiempo su bibliotecario, por lo que al precio de compra añadió un salario mensual en forma vitalicia. Además, le dijo que retuviera los libros y los cuidara hasta que ella se los pidiera. Una fina alma intelectual la de Carolina, que no quiso en modo alguno herir el viril orgullo de Diderot. Dios tenga el alma de la noble zarina en buen cuidado
Los ejemplares completos que hoy sobreviven de la monumental obra son rarísimos y la mayoría están en bibliotecas publicas de Francia. Hay sin embargo, ediciones modernas –parciales, claro porque quien va a reeditar 28 tomos completos- que no son del todo inhallables.
Es doloroso reconocer que Diderot y la Ilustración, aunque habiendo ganado batallas que produjeron resultados positivos hasta el día de hoy, algunos de los cuales ya hemos resaltado, en términos generales perdieron la guerra. Hoy el mundo no avanza hacia la razón sino retrocede cada día más en la oscuridad, la religión y la intolerancia. Perdimos, y es de mínima honestidad aceptar la derrota. Nuestra gran culpa frente a la Historia, Denis, fue no haber sido capaces de vencer habiendo tenido razón. O quizás, el haber depositado demasiadas esperanzas en una especie que jamás se mostró merecedora de ellas.

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