X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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X años este día – Epílogo

X años nació, como algunos de ustedes ya saben, dos años atrás, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en São Paulo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día.
Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible.
Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima. Por sus características, el ciclo estaba previsto para ser cerrado exactamente un año después, el 6 de agosto del 2000. Pero cuando le comenté a quienes entonces recibían el ciclo esa decisión, muchos me pidieron que lo continuara. Este pedido espontáneo y el hecho de que yo era plenamente consciente de haber olvidado –ironía, para quien hace un culto de la memoria- muchísimas efemérides importantes, me hicieron reconsiderar la decisión y continuarlo un segundo año.
Repaso los temas tocados, y compruebo que en su mayor parte, hicieron los X años la crónica de las grandezas y miserias de la raza humana. Las miserias de los opresores y tiranos, las grandezas de los que resistieron esas tiranías empujando con sus vidas el tractor del progreso humano.
Leo una vez más las múltiples páginas que su conjunto ocupa y visualizo su sustancia y su razón de ser. Eclécticos como su autor, iban de los grandes temas a otros de discutible relevancia. Inconsistentes como consecuencia de mi ignorancia, mala memoria para las efemérides y escaso tiempo –el poco que dejan libres mis otros oficios de padre, marido, trabajador, lector, corredor, carpintero y montañista- se propusieron, tal vez grandilocuentemente, revitalizar la memoria. Algunos están francamente mal escritos (como el 24 de marzo) y otros son más que legibles (Mitterrand y Stalingrado son mis preferidos, los que más disfruté)
A los efectos de su pasaje a la posteridad, los dos años han sido consolidados en uno, lo que obligo a muchos cambios pues había múltiples referencias cruzadas, de un X años a otro, que debían ser alteradas pues el orden ya no era el original. Esta fue la causa de que en más de una ocasión, durante el segundo ciclo, algunos de ustedes me dijeran que había contado mal los años, es que el texto ya estaba guardado como si hubiera sido escrito un año antes.
Pero ahora ha llegado el fin definitivo. Me pregunto si habrá o no el ciclo cumplido su propósito, pero esto es algo que yo no estoy en condiciones de responder. Sólo ustedes, lectores, podrían. El objetivo de mantener viva la memoria, de combatir el olvido al que nos tiende a conducir el aparato de comunicaciones que nos rodea diariamente, el culto de un pasatismo mediático que cree poder vivir sin pasado y se niega a construir un futuro.
“Siglos haciendo la historia yo soy la memoria, no quiero morir”, dice una canción de Victor Heredia y podría muy bien ser una definición de este ciclo. “Ni olvido ni perdón” decía una consigna. Perdón tal vez, olvido ciertamente jamás, aclararía yo. “Memoria Viva” fue el nombre de una agrupación creada en Argentina para recordar el atentado a la AMIA. “Los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”, dijo un sociólogo norteamericano. “Never again” dice una leyenda grabada en piedra en la puerta de Dachau. “No se olviden de Cabezas”, rezan aún los graffitis en Buenos Aires. “Nikto nye zabyt, Nishto nye zabyto”. (Que nadie olvide, que nada sea olvidado) es un verso de una poetisa de Leningrado escrito después del levantamiento del sitio de esa ciudad.
Y podríamos continuar con decenas de frases o títulos o nombres o versos que de una u otra manera nos traen a primer plano la necesidad de no olvidar. En última instancia, mi intención ha sido, humildemente, la de todas esas leyendas y versos y agrupaciones: mantener vivos los recuerdos de muchas cosas. Porque nunca me he resignado a que la generación de mis hijos ignore lo ocurrido durante la generación de mis padres. Porque como se ha dicho tantas veces, nuestros muertos sólo mueren realmente cuando los olvidamos. Porque sólo estudiando Historia, podremos construir –si es que podemos- un futuro mejor. En última instancia, porque no recordar el pasado no es ser moderno, es ser suicida.
El ciclo completo estará pronto en mi página en Internet, y agregaré allí también el índice.
Nunca dediqué un X años a nadie, mucho menos el ciclo todo. Tengo ahora esa oportunidad, por eso quiero en este momento dedicar los centenares de páginas producidas y las decenas de horas invertidas en escribirlas a quienes, privados no sólo de la vida sino también del descanso eterno, no son nada más que memoria y recuerdo. A aquellos que sólo existen precisamente por que existe memoria, y sólo viven en el recuerdo de sus seres queridos. Los hombres y mujeres que al igual que los X años, están muertos casi todo el tiempo, para revivir tan sólo cuando nos acordamos de ellos.
Quiero dedicar el ciclo todo a los desaparecidos. En la esperanza que ellos jamás se desvanezcan de vuestra memoria. Y en la certeza de que jamás lo harán de la mía.

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