X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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19 de julio – 21 años este día

“En Nicaragua, siempre será 19 de julio”.

Es el texto de una pintada mural o graffiti que leí una vez, en una pared de algún pueblo de Nicaragua en 1984, cuando presencié la toma de posesión de Daniel Ortega, presidente sandinista de ese país.
Yo tengo un especial afecto por la revolución sandinista, afecto que no comparto con ningún otro movimiento revolucionario de nuestro continente. Y paso a explicarles porque: Como los veteranos de ustedes recuerdan por haberlo vivido, y los otros quizás sepan ahora, el movimiento revolucionario sandinista (llamado Frente Sandinista de Liberación Nacional, o FSLN) derrocó a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle–que había sucedido a su padre, Anastasio Somoza García, dándole al régimen un carácter monárquico además de dictatorial, tipo Duvalier en Haití, digamos-. Tachito, como se lo llamaba a Anastasio Somoza (h), precisamente porque a su padre se lo conocía como Tacho, fue un típico dictador latinoamericano, como Porfirio Díaz, como Trujillo, como Batista y tantos otros. El FSLN tomaba su nombre de Augusto Cesar Sandino, líder guerrillero que combatió la intervención norteamericana en Nicaragua, y murió en una emboscada de la Guardia Nacional de Somoza García (o sea, el padre), en 1934.
Está más allá de toda discusión o partidismo, el reconocer que la revolución sandinista amalgamó en torno de sí a la totalidad de la oposición nicaragüense y fue apoyada por todos los sectores políticos progresistas, tanto de su país como del exterior.
En la revolución que concluyó el 19 de julio de 1979, fecha que hoy recordamos, murieron muchísimas personas. Los recursos de un país ya pobre fueron diezmados por la guerra. Lo poco que sobró, se lo llevó Somoza a sus cuentas en el exterior, antes de refugiarse en Asunción del Paraguay, donde Gorriarán Merlo, un guerrillero argentino de larga experiencia, lo hizo volar en pedazos algunos años después. Los sandinistas tenían pues, todas en contra. Así y todo, alfabetizaron a casi todo el mundo “Ahora ya sé leer, ahora ya no me vuelven a joder” fue algo que escribió un alfabetizado por esa gigantesca campaña. El texto era exhibido en el Museo de la Alfabetización, que tuve oportunidad de conocer en Managua. Hicieron una importantísima reforma agraria y pusieron el país más o menos a andar. Pero no es solamente de estos logros que nace mi reconocimiento. Proviene sobre todo del mayor legado que el sandinismo le hizo a Nicaragua, el haberle dado la capacidad de elegir sus gobernantes. Recordemos que el único ejército del país era sandinista, o sea, de no haber querido dejar el poder, nadie hubiera podido forzarlos a hacerlo. Así y todo, un día organizaron elecciones, no las robaron, perdieron, y se fueron por la puerta de servicio. Un acto de grandeza que no tuvo nunca ningún movimiento revolucionario de nuestro pauperizado continente, donde las revoluciones a veces empiezan ya podridas, y cuando no, se pudren enseguida, carcomidas por la ambición o el deseo de eternizarse en el poder de sus protagonistas.
Por todo esto, yo creo que nunca debemos olvidar a la revolución sandinista, que no fue una más en la historia sino que brilla con luz propia en el por demás sucio manual de historia latinoamericana.

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