X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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9 de agosto – 54 años este día

¿Por qué nunca recordamos Nagasaki? Creo que a diferencia de Hiroshima no tiene ni un poema dedicado.
En realidad, lo más significativo que recuerdo haber leído u oído sobre Nagasaki fue una conversación que un alto asesor civil del gobierno norteamericano tuvo con los generales del Pentágono que habían decidido utilizar la bomba atómica. La reunión tuvo lugar en una sala de la Casa Blanca y tenía como propósito explicarle a ese asesor y sus pares, las razones y la lógica que habían llevado a Truman y al alto mando norteamericano, a incursionar en la nueva tecnología de destrucción.
Le explicaron que la resistencia japonesa en el Pacífico había sido peor que encarnizada, que los soldados del Sol Naciente estaban imbuidos de un fanatismo tal, que se lanzaban en aviones suicidas sobres los barcos americanos (los famosos kamikazes), se arrojaban de acantilados -luego de lanzar a sus niños- prefiriendo ese fin a rendirse, etc. Con semejante tozudez, llegar hasta las islas principales del Japón era un objetivo alcanzable, sí, pero costaría las vidas de miles, tal vez decenas de miles de soldados norteamericanos, y esto no parecía lógico si podía evitarse.
Terminadas las explicaciones de los generales, el asesor se quitó los lentes con la mano izquierda, y mientras los depositaba lentamente sobre la carpeta de cuero con el logo del escudo americano grabado en bajorrelieve conteniendo los mapas y gráficos que soportaban las explicaciones recibidas, se tomó la mejilla con la mano derecha. Demoró apenas un instante más para humedecer los labios con la punta de la lengua, al cabo de lo cual respondió, o mejor dicho repreguntó:

Ok, I can understand one bomb, but why two?
(Ok, yo puedo entender una bomba, pero, ¿Por qué dos?)

En los tres días que transcurrieron entre Hiroshima y Nagasaki el Japón no pudo ni siquiera entender técnicamente que cosa le había caído arriba, menos aún, pasar a través del proceso mental duro y difícil que necesitaba un imperio soberbio como el japonés para aceptar el concepto de derrota. Japón se rindió después de dos bombas atómicas como se hubiera rendido después de una, si se le hubieran dado dos semanas para entender lo ocurrido y evaluar los daños. Nagasaki no tuvo nunca justificación técnica. Tanto es así, que yo al menos no he leído nadie que la haya siquiera intentado.

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