X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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24 de agosto – 45 años este día

Un 24 de agosto (1954) se suicidó Getulio Vargas. Suicidarse el día del cumpleaños de Borges, que ya era un autor conocido a mediados de la década del cincuenta, no es una muestra de buen gusto pero dejemos estas consideraciones estéticas a un lado y sumerjámonos un poco en el personaje histórico.
Establecer paralelismos entre personalidades de la historia presenta ventajas y desventajas. Entre las primeras, el que permite en forma rápida conocer aspectos de una persona de la que poco se sabe, extrapolando las características del líder conocido con el que se está haciendo el paralelismo. La desventaja más obvia, es que todo paralelismo es una simplificación -con riesgo de hipersimplificación-, ya que no hay dos hombres iguales, dos circunstancias históricas idénticas.
Pero las semejanzas entre Getulio y Perón son tan fuertes en algunos aspectos, que no resisto intentar poner ambas trayectorias lado a lado. Al igual que el ronco general argentino, Getulio también era militar y llegó al poder la primera vez como consecuencia de un golpe militar, no de elecciones. Antes de 1930 era gobernador de Rio Grande Do Sul, su estado nativo y se candidateó a la presidencia de la Federación. Como perdió, decidió dar un golpe y tomar el poder. Esto ocurrió en Octubre de 1930. No lo soltaría sino hasta el 29 de octubre de 1945, cuando los vientos democráticos que soplaban en el mundo de posguerra dieron vida a un golpe que lo derrocó. En esos quince años, practicó la receta que luego le copiaría Perón. Beneficios a los trabajadores, reformas educativas y centralización total de las decisiones y de la recaudación impositiva.
Claro que el régimen que había derrocado Vargas tampoco estaba poblado de santos. Era un gobierno oligárquico –de los productores de café, principalmente paulistas- a los que sólo les interesaba su enriquecimiento. El país estaba entre Guatemala y Guatepor. En 1932 se produjo un alzamiento en São Paulo –es feriado al día de hoy en el estado- financiado por los cafeteros que intentaban recuperar los privilegios perdidos. Si se lee la versión conservadora de la historia, ella dice que fue un movimiento que aspiraba a hacer cumplir a Vargas sus promesas de atenerse a la Constitución. Las dos cosas son ciertas al mismo tiempo.
En 1937 Vargas endurece el régimen, disuelve el Congreso que aún funcionaba, prohíbe los partidos políticos y se redacta una nueva constitución que dio nacimiento al llamado Estado Novo (Nuevo Estado) que no fue otra cosa que la versión tropical del estado mussoliniano. El Estado, que de nuevo poco tenía, todo lo absorbía, todo lo podía o decía poder -siguen los paralelos con el peronismo, dejo de mencionarlos explícitamente porque son obvios-. Pero mientras que Perón flirteó con el Eje hasta último momento -Argentina sólo declaró la guerra a Alemania cuando ya se escuchaban en Berlín las bombas aliadas-, Vargas hizo en la década del 40 lo que Menem en la Guerra del Golfo. Vio más claro que otros que el mundo de posguerra sería dominado por los USA, y se puso de su lado. Lo que hoy llamamos relaciones carnales. Sólo que no lo hizo gratis -a diferencia de Menem- y le pidió a los americanos a cambio de apoyarlos -y sobretodo a cambio de no abastecer con materias primas a Alemania- la acería de Volta Redonda. Volta Redonda es una ciudad en el estado de Río de Janeiro, que aún al día de hoy produce la mayor parte de los derivados del hierro en Brasil. Entonces era la única fábrica de acero y hierro y de tecnología avanzada. Era enorme (lo sigue siendo). Estados Unidos la financió en un cien por ciento. Brasil honró el compromiso tomado, mandando tropas al frente occidental -fue el único país sudamericano que envió batallones-. Los soldados verdeamarelos pelearon dignísimamente -y murieron por decenas- en la toma del casi inexpugnable Monte Casino (hay un muy sentido monumento que recuerda a los combatientes brasileños en la Segunda Guerra Mundial, ubicado en el aterro -parque ganado al mar- de Flamengo, en Río de Janeiro).
Getulio Vargas sustentó su poder en la protección de los pobres, creándose para sí mismo la imagen de “pai dos pobres” (“padre de los pobres” igual que Juan Domingo). Uno de los actos de gobierno de Getulio Vargas fue deportar a Alemania –pleno nazismo- a la esposa de Luis Carlos Prestes, comunista y líder de una revuelta que hizo historia al desplazarse por todo Brasil sin que el ejército pudiera detenerlo. Prestes fue endiosado en una pseudo-biografía –digo pseudo porque de objetiva no tiene nada -escrita por Jorge Amado, titulada “El caballero de la esperanza”. El detalle que no he contado aún es que la esposa de Prestes era judía, comunista y alemana, o sea que al deportarla Vargas sabía perfectamente a donde la estaba mandando. Su destino fue el previsible.
Derrocado en 1945, se vuelve a Río Grande de donde retorna a Río de Janeiro para ser electo -esta vez sí, electo- presidente en 1950. Pero lidiar con Congreso, partidos opositores y esas cosas, no era el fuerte de Getulio. Con esas limitaciones no fue capaz de contentar a los trabajadores como lo había hecho antes, ni de eliminar el odio que le tenía la clase media. La situación llegó a tal extremo que el 24 de agosto de 1954, fecha que en este texto recordamos, Getulio Vargas se suicidó en el Palacio de Catete, hoy un barrio pobre de Río de Janeiro. A quienes gustan de la historia sugiero lo visiten -es posible hacerlo, no va nadie-. Podrán estar parados cinco minutos en exactamente el mismo salón donde se suicidó Vargas y -si violan la cuerda que une los apoyabrazos como hice yo- inclusive sentarse en la silla que ocupaba Getulio al momento de dispararse el tiro en el corazón. No se imaginan cuanto ayuda un instante así a entender las cosas. Ver con calma el entorno donde los hombres tomaron sus decisiones más importantes. En su final, Getulio podría ser puesto en comparación con Baltasar Brum o Salvador Allende. Yo creo que sería un error. Mientras ellos dos se suicidaron ante la clara imposibilidad de responder de otra forma a la usurpación de un poder legítimo que detentaban, Getulio tenía tendencias depresivas y hasta había flirteado previamente con el suicidio (esto ya en 1930, está en su diario privado, pero no se lo dice mucho, porque queda feo, vio).
Getulio no dejó un partido político que lo sobreviviera -felizmente- y no existe ninguna fuerza que se autoproclame su heredera (a diferencia del gaullismo, del batllismo, del peronismo). Pero esto no quiere decir que no queden trazas de Vargas en la sociedad brasileña, muy por el contrario. Fue sin duda el más importante presidente de Brasil, junto con Pedro II (que no fue presidente sino emperador, pero en realidad quise decir gobernante) y tal vez FHC pero esta historia está por escribirse aún. Su legado sin embargo dista de ser positivo. Dejó -una vez más, igual que Perón- en sus connacionales la idea que los problemas del país se resuelven con un autócrata fuerte que derroche populismo. Con el propósito de permitirle al líder ejercer el destino histórico de salvarnos del mal, es válido y correcto eliminar la oposición para no entorpecerle los movimientos. Vargas y Perón, los mayores caudillos sudamericanos del siglo XX, herederos de una tradición caudillista que viene de los tiempos de la independencia, jugaron siempre el rol de padres, no permitiéndoles a sus compatriotas ser adultos por sí mismos. Alimentaron el mito -¿Mito?- de que en América Latina no hay soluciones sin autócratas, violencia y magia. Conforman la fuente inspiradora de los Chávez de hoy en día. Pero mientras que Perón y Vargas son tristes, Chávez es patético, como toda mala copia. Perón y Vargas coexistieron en el poder entre el 31-1-51 en que Getulio asume como presidente electo, y el 24-8-54 en que se suicida.
Yo dije que ponía a Fernando Henrique como que podía ser el tercer gran estadista de la historia brasileña, pero no daba esto aún por confirmado. Es que depende, pienso yo, precisamente de esto: Si Fernando Henrique consigue retirar la sombra del varguismo, del paternalismo, del populismo, de la cabeza de los brasileños y de su clase política, habrá -habremos todos- ganado una final de copa del mundo y él se habrá consolidado como el gran presidente de la Federación en la segunda mitad del siglo. Que tiene esa intención, no me cabe ninguna duda, pero ya han pasado cinco años de su mandato y mi impresión es que poco hemos adelantado. Todavía hay Quercias, Itamares Francos, Malufis, Antonios Carlos Magalhaes decidiendo el futuro del Brasil.
Mucho charlamos de similitudes entre JDP y GV. Incursionemos un poco en ese fascinante -aunque nada académico ni científico- campo que es la historia-ficción. ¿Y si Perón, como Getulio, se hubiera pegado un tiro al perder el poder en 1955 en lugar de refugiarse en la cañonera paraguaya? ¿Cuál hubiera sido la historia argentina? ¿Nos habríamos ahorrado los Monto y la masacre de Ezeiza?…
Getulio fue sucedido en la presidencia de la Federación por Juscelino de Oliveira, más conocido como Juscelino Kubitscheck, durante cuyo mandato se construyó la ciudad de Brasilia, millonario emprendimiento de resultados al día de hoy cuestionables.
Pero esto, claro, es otra historia.

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