X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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23 de octubre – 43 años este día

Todo comenzó cuando Imre Nagy asumió la conducción del gobierno húngaro en 1953, después de un golpe de salón en el que fue depuesto el estalinista Rakosi, lo que fue posible porque precisamente ese año -1953- había fallecido el robusto y bigotudo líder georgiano.
Nagy introdujo reformas como propiciar que la industria produjera más bienes de consumo que la gente necesitaba y menos maquinaria, clausura de campos de reclusión y liberación de presos políticos. Moscú miraba con recelo. En 1955 el pobre Nagy recibió un early retirement (retiro anticipado, le sugirieron fuera a su casa a regar los almácigos) y además fue expulsado del partido (como que de qué partido, del único que había, el Partido Comunista de Hungría). Rakosi retomó el poder y puso el país otra vez en el camino ortodoxo (estalinista). No duró mucho, otro golpe lo mandó a cuidar a sus nietos en 1956 (parece historia latinoamericana, ¿No?). Rakosi fue sacrificado por Nikita Khrushchev -que había sustituido a Stalin en la cabeza del estado soviético- como gesto amigable para Tito, a quien Rakosi había mandado al carajo en algún momento. Tomó el poder húngaro Erno Gero, a quien aparentemente los húngaros apreciaban tanto como nosotros a la Tatcher.
Pero los húngaros habían saboreado la fruta prohibida. Las reformas -aunque breves- de Nagy, el discurso del propio Nikita (Febrero del 56) en el que denunció los crímenes de Stalin y el desafío de los polacos a la conducción soviética a mediados del 56 envalentonaron a los húngaros, dándoles viento en la camiseta.
El 23 de octubre, fecha que hoy recordamos, hubo una gran manifestación estudiantil en Budapest. Gero respondió como lo haría Díaz Ordaz en Tlatelolco, mandó a la policía disparar sobre los manifestantes (a veces uno se deprime con la poca creatividad de los dictadores, siempre la misma receta). Pero la matanza fue un disparo por la culata. Indignados por lo ocurrido, a los estudiantes se sumó la población en general y hasta el ejército, que distribuyó armas entre la población. El sistema entró en colapso: los campesinos ocupaban las propiedades rurales colectivizadas por el gobierno comunista, los miembros del gobierno y de la burocracia desaparecían o se reciclaban rápidamente en contestatarios (la vieja película, vio, los que siempre están del lado de los ganadores, volvería a acontecer en oportunidad de la caída de la URSS).
La confusión era total, parecía partido de fútbol de potrero. Nagy retomó el poder pero limitado por el montón de grupos heterogéneos que lo apoyaron. Las tropas rusas se retiraron de Hungría. El 1 de noviembre Nagy retiró a Hungría del Pacto de Varsovia y pidió ser admitido en las Naciones Unidas como nación neutral.
Ahhhh no..... Nagy, esto es más de lo que te podemos bancar, dijeron en Moscú, y los tanques rusos, que estaban apenas en la frontera, pusieron marcha atrás y volvieron a Budapest, donde entraron el 4 de noviembre. Nagy puso pies en polvorosa y se refugió en la embajada yugoslava (como Perón en la cañonera, la historia es siempre la misma, cambia la latitud y longitud donde ocurren los hechos, nada más).
Tomó el poder Janos Kadar, que aunque intentó despegarse de la gestión de Rakosi -por lo impopular de la misma- caminaba como él, por los caminos sugeridos por Moscú. “No bien aplastemos la contrarrevolución...”. Esta declaración suya ya dice para donde rumbeaba el hombre.
El tozudo pueblo húngaro (los húngaros son ingobernables, hubiera dicho Latorre) se rebelaron otra vez y comenzaron una huelga general de varias semanas. Dicho sea de paso, esto desmiente lo que algunos uruguayos creen, que la huelga general del 73 en ese país -de dos semanas de duración- fue la más larga nunca realizada contra una dictadura. Fue heroica y encomiable, pero no fue la más larga.
A Nagy le hicieron un juicio - si puede dársele esta denominación a los espectáculos circenses que los soviéticos montaban con este nombre- como consecuencia del cual lo mandaron a ver crecer las margaritas desde abajo. Muchos de sus seguidores fueron presos, otros ejecutados, otros trasladados a la Unión Soviética sin que nunca más se supiera de ellos.
Las tropas soviéticas permanecieron en Budapest “para proteger el país de la agresión imperialista” (chssst, prohibido reírse, no empezó el recreo todavía).

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