X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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2 de diciembre – 196 años este día

Quienes siguen X años desde su inicio –un puñado de héroes- saben que en ellos ha habido siempre una excesiva concentración de efemérides europeas y americanas, en injusto desmedro de las africanas o asiáticas. También ha estado mucho más presente el siglo XX que los anteriores. Y dentro de los asuntos europeos, Francia se ha llevado una tajada de X años mucho mayor a la que le correspondería si algún cuantitavivo criterio de equidad hubiera sido aplicado.
Y aún más, dentro de la historia francesa, Bonaparte, la Revolución y la Ocupación fueron nuestros temas más visitados. En otras palabras, si yo tuviera intención de corregir esta situación, de lo último que debería ocuparme, es de recordar un hecho histórico vinculado al emperador. Pero no resisto la tentación de traer a vuestras memorias que el 2 de diciembre de 1804, luego de haber vuelto de Egipto para declararse Cónsul, y luego Primer Cónsul, se auto-declaraba Emperador de Francia el General Napoleón Bonaparte.
Hay un cuadro ultra-conocido de David (hoy en el Louvre) en que el épico pintor francés retrata el momento en cuestión. Pío VII (en Notre Dame) de pie, entrega la corona a Napoleón (que está sentado frente a un Papa que está de pie, esto ya dice mucho sobre la actitud del corso) en sus manos, pues Bonaparte entendía que ni siquiera el Papa podía hollar su cabeza.
Quienes me tienen por antibonapartista, simplifican. Nada de eso. Napoleón fue, de todos los grandes dictadores europeos el que más balance positivo le dejó al mundo, y el pretender ponerlo al lado de Hitler como “otro loquito que quiso conquistar al mundo” como sin sutileza hace cierta corriente historiográfica inglesa, es un despropósito que muestra un cabal desconocimiento de la trayectoria de ambos. Alejandro también podría entrar en la terna de los grandes ambiciosos del mundo, pero tampoco es comparable con el austriaco.
Pero hecha esta salvedad, reconozco que siempre me cayó muy mal la soberbia que Bonaparte muestra en el cuadro de David. Sentarse frente a un Papa y tomar la corona de sus manos, es de mal gusto. No importa la creencia religiosa que uno tenga o deje de tener. Un acto de soberbia sólo comparable al de Pinochet, cuando se auto declaró Teniente Coronel del Ejército de Chile, título que en su país sólo tiene mi tocayo, Don Bernardo O´Higgins, o el de Stalin, cuando se entregó a sí mismo la máxima orden de mérito de la Unión Soviética.
Pero no terminan aquí los hechos que los bonapartistas del mundo recuerdan hoy (hay varios clubes de fanáticos bonapartistas, que publican excelentes revistas, no sólo en Francia, también en los EE UU y ¡Hasta en Inglaterra!). Exactamente un año después, o sea el 2 de diciembre de 1805, Napoleón alcanzaba una de sus más grandes victorias. Derrotaba a los ejércitos ruso y austriaco en Austerlitz (de ahí, claro, que una de las estaciones de tren de París lleve ese nombre). Tengo certeza que varios de esos clubes están reuniéndose esta noche a elevar copas de champagne –la bebida preferida del Emperador-
Y lamento insistir con Francia, pero hay algo más a recordar un 2 de diciembre. En 1852, Napoleón III proclamaba el Segundo Imperio.

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