X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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16 de julio - 50 años este día

El estadio se había inaugurado exactamente un mes antes, el 16 de junio de 1950, para ser usado en la copa del mundo de ese año, la primera después de la Segunda Guerra Mundial. Era entonces –y continúa siéndolo al día de hoy- el mayor del mundo.
El campeonato de 1950 era raro, dos grupos tenían cuatro equipos, uno tres y otro dos. Esto porque algunos países se retiraron a último momento, como por ejemplo India, que no participó ¡por no habérsele permitido a sus jugadores participar descalzos! El grupo de dos era precisamente el de Uruguay que para pasar a la segunda fase sólo precisó vencer al débil equipo boliviano, lo que hizo por 8 a 0 (con cuatro goles de Schiaffino).
Brasil había tenido una actuación más que digna en la etapa previa. Comenzó goleando a México 4 a 0, luego empató con Suiza 2 a 2 y le ganó a Yugoslavia 2 a 0.
Con esto pasó a la segunda fase con Uruguay, España y Suecia. Brasil batió a Suecia 7 a 1 a y a España 6 a 1. Como comparación, Uruguay consiguió apenas empatar con España (4 a 4) y le ganó sólo 1 a 0 a Suecia.
En resumen, Brasil llegaba al juego final con 13 goles a favor y uno en contra, mientras que Uruguay lo hacía con 5 a favor y 4 en contra. En diferencia de goles, esto quiere decir 12 para Brasil y sólo 1 para Uruguay. Las apuestas, que por supuesto ya existían en esa época, estaban 10 a 1 a favor de Brasil. No participaron en 1950 ni Alemania, ni Argentina, ni Hungría, tres de los buenos equipos de esos tiempos.
El diario “O Mundo” de Río de Janeiro publicó una foto de los once brasileños con el título “Estos son los campeones del mundo”. Con ella se forraron todos los baños de la delegación uruguaya para doblarlos psicológicamente. Zizinho, cerebro del equipo brasileño y según muchos segundo mejor jugador de este país de todos los tiempos (luego de Pele, obviamente) había firmado centenares de fotos con el rótulo “Brasil campeón” estampado sobre ellas.
Todo estaba preparado para la victoria del local. No había escenario alternativo. Más de 170 mil entradas vendidas y 200 mil espectadores (diferencia = colados, 155 mil era entonces la capacidad oficial total) llenaban hasta los pasillos para ser testigos históricos de lo que se suponía sería la victoria verde-amarilla.
La reglamentación entonces era diferente, ganaba el mejor del grupo de cuatro, con lo cual los resultados anteriores pesaban en la final –no como ahora-. Como ya dijimos Brasil tenía más puntos y por tanto con empatar era campeón del mundo. Como si esto fuera poco, a un minuto de empezado el segundo tiempo, un pase de Ademir a Friaca y gol de Brasil. El delirio duró más de tres minutos. Curiosamente, por desinteligencias en el equipo brasileño, la instrucción del técnico, que era todos a la olla y a defender el resto del segundo tiempo –como era completamente lógico dado el resultado- no se implementó. Brasil continuó jugando con buena parte del equipo adelantado.
A los 21 Alcides Gigghia, puntero derecho uruguayo, recibe un pase de Obdulio Varela, escapa de la marca de Bigode, y coloca un centro al área donde estaba Schiaffino que decreta el empate.
A los 34 minutos y faltando sólo once para la finalización del partido, Ghiggia, vuelve a liberarse de la marca de Bigode. Éste esperaba que el puntero uruguayo repitiese el centro a Schiaffino y se aprontó para ello. Pues no, Ghiggia siguió derechito hasta el arco, mandándola suave, contra el ángulo izquierdo del golero Barbosa, quien habría de cargar eternamente con la culpa (murió este año, en abril). Algunos jugadores se exilaron en distintas partes del distante interior brasileño. El capitán al día de hoy no responde el teléfono para que no lo gasten o maldigan. Hubo suicidios varios, llantos infinitos. Un país se desplomaba en la sorpresa.
Cuando visité ese estadio, devenido una especie de meca para los uruguayos, hice hincapié en pisar el pasto, lo que no está permitido pero es posible, y besar la sagrada línea blanca del arco donde la pelota entró dos veces. Hasta me traje un pedazo de cemento del estadio para mi casa.
Ninguna fecha marcó tan dramáticamente la historia brasileña como el 16 de julio. Ni siquiera el suicidio de Getulio Vargas (que también fue sujeto de un X años oportunamente). Por eso es sociológicamente importante.
Pero la verdad que no decidí recordarla por razones históricas o sociológicas o nada de eso. El 16 de julio entró en la historia y en X años por motivos puramente deportivos, fue la más importante victoria futbolística uruguaya de todos los tiempos. El equipo oriental estaba integrado por, Máspoli, Gonzáles, Tejera, Gambetta, Varela (capitán), Andrade, Ghiggia, Pérez, Miguez, Moran y Schiaffino. Hasta el año pasado, nueve de ellos aún vivían, entre ellos Máspoli, Ghiggia y Schiaffino.

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