X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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10 de septiembre – 10 años este día

El 10 de septiembre de 1989 comenzaba a desplomarse el muro de Berlín. En esa jornada el gobierno húngaro autorizó a miles de ciudadanos de Alemania Oriental –eufemísticamente so called República Democrática Alemana- a emigrar a Austria a través de sus fronteras, lo que estaba terminantemente prohibido hasta esa fecha e intentarlo era castigado con la muerte. Fueron decenas, probablemente centenares las personas asesinadas intentando cruzar la frontera de Europa del Este durante los años del muro. Hoy sabemos que la URSS –Mikhail Gorbachev- dio su visto bueno a la autorización húngara. El 9 de noviembre de ese año (1989) caería el muro propiamente dicho (curiosamente, el aniversario de la Noche de los Cristales Rotos, pero eso lo dejamos para el 9 de noviembre), luego se produciría la reunificación de Alemania, vendría el colapso del comunismo en Europa del Este y finalmente, a fines de 1991, en la propia Unión Soviética.
La autorización del 10 de septiembre de 1989 fue parte de un proceso. Ya en mayo de ese año Hungría había desmantelado las alambradas y campos minados que la separaban de Austria, pero no fue sino hasta el 10 de septiembre que se permitió cruzar libremente la frontera.
Todo este proceso tuvo como arquitecto al pelado de la frente manchada (Gorbachev), quien en la soledad de su poder y de su escritorio –esto se me ocurre a mí, claro- un día de principios de los años ochenta percibió que ya era hora de sacar de la escena mundial, una obra que ya nadie quería ver, ni siquiera los actores obligados a representarla todos los días. Lo que nunca entendí, es como los rusos teniendo un gobernante del tamaño de Gorbachev, lo mandaron para su casa para instalar en su lugar a un borracho incompetente como Yeltsin. Hay cosas que yo nunca llegaré a entender.

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