X años nació en el 1999, cuando tomaba una ducha para ir al trabajo en San Pablo. En ese momento escuché por la radio que una encuesta realizada el 6 de agosto en las calles de Hiroshima, había obtenido como resultado que un porcentaje abrumadoramente alto de jóvenes de esa ciudad no sabían que aniversario se recordaba ese día. Esto me golpeó muy duro. Algo debemos hacer para combatir el olvido, la desmemoria, me dije. Y pensé en un ciclo por Internet, que recordara a las personas hechos que a mi criterio no debían ser olvidados. Hitos fundamentales de nuestra historia como especie cuyo extravío en la memoria me resulta, a mí al menos, inadmisible. Por eso el ciclo nació un 6 de agosto y con un poema de Vinicius de Moraes sobre la bomba atómica que explotó en Hiroshima.

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14 de septiembre – 188 años este día

Desde el 24 de junio de 1812, día en que el ejército francés al mando de Napoleón Bonaparte entró en Rusia, el ejército ruso del General Mikhail Kutuzov no hizo más que replegarse, lo que era una táctica muy sensata, pues enfrentar a un enemigo tan superior como la famosa Grande Armée, no hubiera tenido sentido. (La Grande Armée era el mayor ejército jamás reunido en toda la historia de Europa, integrado por unos 500 mil hombres)
La táctica rusa fue “tierra arrasada”, o sea, retirarse quemándolo todo, casas y cosechas, para que el avance francés fuera cada vez más desgastante al no contar con descanso ni alimentos. El 7 de septiembre se peleó una batalla menor (la de Borodino, en la que los dos lados perdieron tantos hombres que me parece que podemos decir que ambos la perdieron).
El 14 de septiembre de 1812, fecha que hoy recordamos, Bonaparte entró en Moscú, sólo para encontrarla vacía. Ninguna victoria en la historia terminaría siendo más pírrica. Casi toda la población había sido evacuada y el ejército se había replegado a líneas aún más al interior de la interminable Rusia. Napoleón había olvidado el precepto básico de la guerra: vencer no es conquistar tierras o ciudades sino destruir la capacidad de atacar o defenderse del ejército enemigo. Esto, Bonaparte no lo consiguió nunca en Rusia.
A la mañana siguiente, estallaron numerosos incendios en los cuarteles del ejército francés y en depósitos de alimentos y mercaderías, alimentados por patriotas rusos con el propósito de dejar al corso sin donde cobijarse del inclemente invierno ruso que se aproximaba.
Bonaparte aguardó en la ciudad un mes esperando inútilmente la rendición rusa que no habría de producirse. Al fin, decidió abandonar Moscú. En su retirada, fue hostigado el tiempo todo por el ejército ruso, en particular por los cosacos. El grueso del ejército ruso lo esperaba en el río Berezina. La situación obligó a Napoleón a quemar los puentes que había usado para cruzar el río, antes que la totalidad de su ejército pudiera atravesarlos, por lo que dejó a diez mil de sus hombres en lado ruso, sin ninguna esperanza de salir con vida. El retorno a Francia fue cada vez más penoso. Los franceses morían de a decenas por kilómetro como consecuencia del agotamiento, del hambre y del frío. Finalmente, el 14 de diciembre de 1812 la ahora cabizbaja Grande Armée realizaba un triste ingreso en París. No había ánimo para desfiles. 400 mil hombres –sobre 500 mil- habían fallecido durante la desastrosa invasión a Rusia.
Siempre me ha impresionado la asombrosa frialdad de Bonaparte. Luego de volver de esta terrible tragedia, todo lo que se consideró obligado a informar al pueblo francés fue: “el emperador jamás ha disfrutado de mejor salud”

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